sábado, 5 de julio de 2014

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS. Domingo 6 de julio de 2014.


Para leer la reflexión de la Palabra de Dios
de este Domingo, pincha abajo en "Más información".

Acabadas las grandes solemnidades de estos primeros domingos del Tiempo Ordinario, tras la Pascua, la Liturgia de estas siguientes semanas nos va a introducir en el profundo e inabarcable corazón de Dios. Y es que no conocemos a alguien hasta que no descubrimos todo lo que guarda en su interior. Y Dios se revela porque quiere ser conocido: se deja conocer. Cuando tenemos miedo de las personas porque nos pueden hacer daño, nos ocultamos y escondemos nuestros secretos. Dios, a pesar de que es Misterio, quiere que lo conozcas para que puedas entenderlo y amarlo más.

En la Biblia, Jerusalén no es sólo una ciudad sino que, metafóricamente, es la madre del pueblo de Israel, por tanto también lo es del pueblo de Dios. Por eso Jerusalén es considerada la esposa de Dios, porque no hay nada que Dios ame más que a su pueblo, a sus hijos, como un esposo ama a su esposa. Todo pueblo lo que más desea es sentirse amado por su rey, y el buen rey es el que ama a su pueblo y vive para su pueblo. Por eso Dios es el Rey de Israel, mejor y superior a los reyes humanos en los que el pueblo a veces confía más que en Dios.

Los reyes de la tierra son también reconocidos como generales de sus ejércitos y son admirados como grandes guerreros. Dios es el Rey que cuida y defiende a su pueblo de los peligros, pero es el Rey de la Paz, porque, a diferencia de los reyes humanos que cabalgan a caballo como signo de poder y fuerza, Dios cabalga y viene en un asno de pollina (un asno joven y débil), signo de humildad y de pacifismo. Sin embargo Dios vencerá al enemigo, "el odio", con el arma del amor, conquistando todos los corazones de todos los lugares de la tierra, pues el reino de Dios es el reino del Amor.

Pablo hoy nos invita a que no olvidemos que los cristianos somos también humanos, pero que somos más que un cuerpo pues tenemos cada uno un espíritu que nos une a Dios. Cuidamos el cuerpo y no cuidamos el espíritu, por lo que llegamos a ser cristianos mediocres, que sólo viven de ideologías pasajeras.

En el Evangelio, Jesucristo toma una determinación que responde a su sentir: se pone de parte de los pequeños y débiles porque en su corazón son sus preferidos. En un mundo como el nuestro de una competitividad feroz, no nos amamos y cuidamos sino que nos ponemos la zancadilla para ver quién alcanza más y sube más alto en una carrera de trepadores. Así sólo nos usamos y no nos ayudamos, no hay solidaridad con el que se queda atrás. Al final sólo vale el que más tiene y el que se hace más fuerte.

Ese no es el mundo que quiere Jesús ni la manera de relacionarnos que desea para los que nos llamamos hermanos. Todos somos necesarios para Él y todos tenemos mucho que aportar. En este mundo inhumano y de capitalismo salvaje quien está limitado física o psíquicamente estorba, y si se le puede eliminar antes de que nazca o cuando se convierta en un ser inservible, se le eliminará. Nos tratamos como máquinas y no como personas. Tenemos muchas cosas que conseguimos con la ciencia y el progreso tecnológico pero nos estamos destruyendo a nosotros mismos. Cada vez hay menos caridad y menos respeto por los que son distintos o inferiores, engañados en la mentira de vivir en un mundo libre y de igualdades.

Al final muchas vidas rotas que se refugian en drogas y placeres, hartos de cosas y faltos de cariño. Cansados de vivir, deseosos de sentirse amados. Así hoy resuena con fuerza el eco de quien dio su vida en una Cruz por nosotros, por ti: "Venid a mí los que estáis cansados y yo os aliviaré". Porque la vida es sufrimiento y tiene crueldades, pero también Dios está ahí, en la vida y con nosotros, y cuando lo sentimos, la vida se hace llevadera y amable a pesar de los infiernos que creamos los humanos. "Venid a mí los que estáis cansados y yo os aliviaré" podría ser el mensaje publicitario de la televisión, la radio... Y es que no hay algo más que el hombre de hoy desee: la paz, el sosiego, la ternura. Sólo en Dios se alcanza no como nos la quieren vender desde el mundo del consumismo, sino la que de verdad necesita nuestra alma.