sábado, 23 de agosto de 2014

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS. Domingo 24 de agosto de 2014.


Para leer la reflexión de la Palabra de Dios
de este Domingo, pincha abajo en "Más información".

La Primera Lectura y el Evangelio de la Liturgia de la Palabra de este domingo nos hablan, entre otras cosas, de la confianza que el Señor pone en algunas personas a las que llama a su servicio, y que han sido elegidas no porque superen en fidelidad a las demás sino porque Dios a confiando en ellas a pesar de conocer sus debilidades, porque las ha elegido por amor y desde su misericordia.

En la Primera Lectura tenemos dos mayordomos, Sobná y Eliacin, que trabajan en el Palacio Real. Al primero el Señor lo destituye porque no ha sido un servidor fiel, y nombra al segundo a sabiendas de que, como sucederá finalmente, tampoco lo será. Entregar la llave de un edificio a alguien, no sólo es darle la autoridad para que gobierne en ese lugar en nombre del dueño o amo, sino que es un gesto de confianza del señor en su siervo, porque no se le confía a cualquiera la administración de una posesión.

Igual ocurre en el pasaje evangélico de hoy, en el que el Señor Jesús, el Hijo de Dios, autoriza a Pedro, entregándole las llaves del Reino de Dios, para que gobierne y guíe la Iglesia en su nombre hasta tal punto que sus decisiones serán aceptadas por Dios. Si observamos el historial de Pedro, lo que hoy llamaríamos su "curriculum", ciertamente que no sobresale en esa fidelidad al Señor como para que Dios deposite en Él su confianza y lo más apreciado por Él, la Iglesia, cuando todos sabemos que Pedro lo negó por tres veces, etc.

En ese diálogo entre Jesús y Pedro, este último termina profesando, como representante de los demás discípulos, es decir, de la Iglesia, que Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios. Y esta afirmación petrina no se hace, como bien apunta el Señor, desde una deducción humana o intelectual sino que sólo se puede hacer desde la fe, y una revelación que es obra del Espíritu Santo. Si no hay fe, cierto que se asume que Jesús es un personaje excepcional pero nada más. La categoría de Hijo de Dios, aceptar la divinidad en el hombre Jesús, sólo se hace desde la fe.

La fe de Pedro es la fe de la Iglesia, la que se ha ido transmitiendo de unos a otros, de generación en generación. Es la fe que nos une porque es un mismo credo para todos los cristianos. Y no somos cristianos si no creemos en Jesucristo.

Demos las gracias a Dios por esa fe, la transmitida por los Apóstoles. Y seamos fieles a la Iglesia de Cristo que no sólo es pastoreada por humanos, sino que en esos humanos interviene la acción del Espíritu Santo. Amemos a Cristo y respondamos con generosidad al servicio que Él nos pida para construir juntos la Iglesia y hacer el Reino de Dios. Porque, como Pablo nos dice, no hay nadie más grande que Dios, y ni la humanidad, por muchos logros que consiga, lo puede superar.