sábado, 25 de octubre de 2014

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS. 

Domingo 26 de octubre de 2014.




Para leer la reflexión de la Palabra de Dios
de este Domingo, pincha abajo en "Más información".


Hoy en la Primera Lectura, del Libro del Éxodo, Dios se dirige a los creyentes y a su pueblo para exponerles el mandato de la caridad como el principal mandamiento y más importante de la Ley divina: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo", el segundo mandamiento. Y a esto surge una pregunta, ¿cómo amar al prójimo o ejercitar la caridad fraterna? Y Dios responde con ejemplos concretos y de la vida diaria. Compartir, no exigir sino perdonar, no aprovecharse de los débiles, no marginar ni rechazar sino ser hospitalarios... Son las acciones caritativas que hemos de hacer con amor al hermano. Y Dios nos lo pide porque Dios nos ama a nosotros, a todos sus hijos, y le molesta y duele cuando uno de sus hijos no es querido por sus hermanos, y le duele también que sus hijos no quieran ni cuiden de sus semejantes.

Y en su Carta a los Tesalonicenses, Pablo pone como modelo a esta Iglesia local por su fe que les ha llevado a una conversión y a un amor a Dios sobre todas las cosas, abandonando sus ídolos y sus otras preferencias anteriores. El ídolo es aquello a lo que adoramos, preferimos y le dedicamos la vida en una dependencia absoluta. Pudiendo darse el caso de que nuestra idolatría consista en no adorar a nadie sino a nosotros mismos, ese narcisismo también es idolatría que nos hace considerarnos a nosotros mismos dioses.

Estas dos enseñanzas de amor a Dios y de amor al prójimo, Cristo las confirma y bendice cuando es preguntado por uno de los grupos judíos que ponen en duda sus enseñanzas. El Maestreo habla, y lo hace para todos sus seguidores, los cristianos, dejando clara su postura para que no haya lugar a las interpretaciones ni ambigüedades. No rompe con la teología ni la moral judía, pero sí hace un resumen y un orden de la Ley: amar a Dios y al Prójimo, porque las demás leyes vienen a ser una consecuencia de ese amor dual a lo esencial, que ha de ser el Padre Dios y los hermanos, la persona humana. Quien no actúa así no es un seguidor de Cristo ni ha entendido su mensaje. La fe se tiene pero también se ha de vivir en el día a día y, lo que Cristo destaca, en la relación individual con Dios y con los hermanos.

Hoy me debería preguntar a la luz de la Palabra de Dios, ¿hago las cosas por norma, por cumplir o las hago de corazón, porque las siento? ¿A quién ama mi corazón, por quién tiene preferencia: por mí, por los mío, o por Dios y los demás, incluidos los desconocidos y hasta mis enemigos? Mi vida cristiana y espiritual, ¿consiste en asistir y celebrar ritos sin un contenido de entrega, o en hacer una oración por cumplir y contentar a Dios sin tener en cuenta que la oración es poner mi corazón en Dios en la intimidad y en el quehacer diario? Cuando critico, desprecio, me desentiendo de los hermanos, etc., no estoy haciendo la voluntad de Cristo. Creer en Dios es a veces complicado porque nos pide lo que muchas veces más nos cuesta: amar, y amar hasta cuando duele hacerlo.