sábado, 15 de noviembre de 2014

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS. 

Domingo 16 de noviembre de 2014.



Para leer la reflexión de la Palabra de Dios
de este Domingo, pincha abajo en "Más información".


Hoy se celebra en toda la Iglesia el DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA, la Iglesia particular y propia, la más cercana y de la que me siento parte. Hoy tenemos que pedir por ella, y los diocesanos de la zona norte de la provincia de Granada lo hacemos por nuestra Diócesis de Guadix. Pedimos por ella a Dios a través de la oración y también pedimos la ayuda económica a través de nuestra aportación, porque la Iglesia diocesana se mantiene de los donativos y aportaciones que hacemos los cristianos, pues no vive de subvenciones del Estado ni de ningún tipo de ayuda pública sino la particular de las ofrendas.

La Primera Lectura, del Libro de los Provervios, tiene como protagonista a la mujer como figura importante del pueblo de Dios, de la sociedad y de la familia, y que no siempre ha sido valorada ni tenida en cuenta sino que en muchas ocasiones ha tenido un trato marginal, de desprecio y hasta de esclavitud.

Con la manera y lenguaje con que elogia a la mujer este texto seguro que despierta el sentimiento rebelde de más de una feminista. Pero con el lenguaje de una época y una cultura concreta, el autor de este texto, bendice a la mujer, y al mismo tiempo advierte de algo fundamental, que la virtud y belleza de una mujer no está en su físico o en sus cualidades seductoras, sino en su manera de tratar a los demás: desde el trabajo hecho servicio y desde la caridad con todos, especialmente con los más débiles.

Pablo se dirige a la comunidad cristiana de Tesalónica recordando la llegada del Señor y de su juicio en el que tenemos que darle cuentas de nuestra vida, cosa que hoy se entiende cada vez menos cuando vivimos sólo para nosotros mismos. Advierte de que llegará el día, que nadie conoce la fecha concreta, en que se producirá el encuentro personal de cada uno de nosotros con Cristo, momento en el que seremos examinados en nuestra vida. Pablo sabe bien que la santidad de una vida no se improvisa sino que hay que hacerla día a día, y que los cambios no se hacen en unos instantes. Por eso nos exhorta a que nos preparemos para ese encuentro con el Señor, y que esa preparación no la dejemos para el último día o el último suspiro de nuestra vida. Convirtámonos y acudamos al Sacramento de la Reconciliación para confesar nuestros pecados, pues no sabemos el día ni la hora en que Cristo nos llamará a ponernos en su presencia tras nuestra muerte terrena.

 En el Evangelio, Mateo se dirige a una comunidad de cristianos que se ha ido relajando en la espera de la llegada del Reino de Dios y de que tendremos que presentar al Señor los frutos de nuestra vida. Pero Mateo advierte sabiamente: a nadie se le va a pedir lo que no se le ha dado, sino que se le pedirá los frutos obtenidos de aquello que recibió primero. 

Para expresar esta enseñanza, Mateo nos cuenta una de las muchas parábolas de Jesús. Una vez más se usa el recurso de la parábola para hacer más comprensible y visible lo que nos cuesta imaginar, en este caso, el juicio de Dios al final de nuestras vidas. 

Un hombre poseedor de sus bienes los reparte entre los empleados mientras está fuera. No sólo pide que se los guarden sino que los sigan usando para aumentar el beneficio de dichos vienes. Este buen empresario espera que cada uno de sus empleados ejerza su trabajo y actúe debidamente. El que se vaya no significa que ellos estén de vacaciones.

Cada uno recibió una cantidad de talentos y todos tenían que negociar para que al llegar el dueño de esos talentos los encontrara aumentados y supiera recompensarles como ser agradecido. Pero hay uno que por miedo, pereza, ingenuidad... no lo hace. Cuando llega el dueño los reúne a todos y cada uno da cuentas de los talentos que tiene y que ha de devolver al propietario de ellos. El dueño quedó muy contento con las aportaciones de todos los que le llevaron más de lo que él les dejó, y supo premiarlos. Pero se enfadó mucho con el que pasivamente se había dedicado a otras cosas y se descuido de sus obligaciones con el dueño. El empleado en cuestión no tuvo nada que devolver a su jefe más allá que lo que había recibido.

Aplicación para nosotros, pues cuestionarnos que hacemos con nuestra vida y con nuestra fe, dos grandes dones que hemos recibido de Dios, talentos que hemos de cuidar pero que han sido dados no para esconderlos y beneficiarnos de ellos de manera privada sino que han sido regalados por Dios para que los compartamos, los usemos... Y al compartir con los demás la vida propia y la fe, éstas dan fruto: el bien que hacemos a los demás con estos dos talentos, aunque recibimos de Dios muchos más.

Al final Dios te va a pedir cuentas de lo que tú has hecho con lo que Él te ha dado y en de cómo lo has usado. Si te ha dado amor y nos amado, por poner un ejemplo, o si por el contrario ese don del amor te lo has reservado para ti o lo has mal usado. Demos gratis lo que gratis hemos recibido del Señor, disfrutemos de los dones recibidos y hagamos partícipes de ese disfrute a los demás.

Dios nos hace cooperadores suyos para hacer un mundo mejor entre todos contando con las virtudes y cualidades que Él nos ha dado, pero vemos a veces un mundo lleno de corruptos, guerras, enfermedades, personas con hambruna... ¿Es esto culpa de Dios, de un Dios cruel? ¿O es culpa de unos hombres cada vez más egoístas y menos humanos que con facilidad culpan al Dios misericordioso de lo que ellos no hacen o hacen mal? Ahí queda la pregunta y la reflexión.

Feliz Día del Señor.