sábado, 29 de noviembre de 2014

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS.

DOMINGO I DE ADVIENTO. 

Domingo 30 de noviembre de 2014.



Para leer la reflexión de la Palabra de Dios
de este Domingo, pincha abajo en "Más información".


En este domingo 30 de noviembre es la apertura en la Iglesia universal del Año de la Vida Consagrada, que el papa Francisco ha declarado y que finalizará el 2 de febrero de 2016. Es un año dedicado a tantos consagrados que viven una variedad de carismas en las distintas formas de vida religiosa. Oremos por esta vocación que el Señor ha suscitado en tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo y tan necesaria en la Iglesia.

Y hoy también comenzamos un nuevo Año Litúrgico, en el ciclo "B", en el cual viviremos los grandes misterios y acontecimientos de la existencia y vida de Jesucristo. El Año Litúrgico lo comenzamos con el tiempo de Adviento con el que celebramos la espera de la venida de Nuestro Señor Jesucristo, preparándonos para la celebración de su venida, en la Navidad, de su venida en nuestra humanidad.

Los profetas del Antiguo Testamento están anunciando, a través de profecías, la inminente llegada del Mesías prometido por Dios. El pueblo desea ansiosamente esta venida porque la realidad en la que vive cada vez está más llena de injusticias, desilusiones, decepciones, fracasos... no hay confianza en los líderes sociales que han ofrecido al pueblo unas soluciones que nunca se consiguen alcanzar. Ante tanta corrupción y empeoramiento de la economía, moral, etc., el pueblo vive en el desencanto y la desconfianza en las cosas terrenas. Se ha llegado a un punto "límite" en el que los hombres y mujeres vuelven a Dios cuando ya no tienen en quien confiar. El pueblo que en mucho tiempo ha dado la espalda a Dios y se ha olvidado de Él, ahora quiere recuperar su relación con la divinidad porque entienden que la grandeza de Dios es más grande que la humanidad.

Pablo anima a las comunidades cristianas primitivas a permanecer firmes hasta el final a pesar de las dificultades de la vida y de ser cristiano. No hay que rendirse y sí saber esperar porque Dios nunca nos deja solos.

En el Evangelio, con el uso de una parábola, Cristo pide a los cristianos una actitud espiritual que ha de estar siempre en cada uno de ellos, la de estar expectantes y en vela, de no quitar la mirada de Dios ni de sus acciones. Estar en vela es tener siempre deseo de Dios, porque el corazón que desea no descansa y busca siempre el encuentro con lo deseado. La fe no sólo es creer en Dios sino que es también no poder ya vivir sin Él.

Que el Adviento nos de la gracia de desear a Dios sobre todas las cosas y de buscarlo para estar cada vez más en su presencia.