sábado, 3 de diciembre de 2016

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE DIOS: Domingo II de Adviento.




Seguir leyendo toda la crónica pinchando con el ratón abajo en "Más información".


INTRODUCCIÓN

En esta sección del blog parroquial SANJUANYPIEDAD.COM queremos meditar cada semana la Palabra de Dios que se lee y que se proclama en la celebración de la Eucaristía del Domingo, en cada ocasión diferente y con mucho que enseñarnos.

DOMINGO II DE ADVIENTO

  • PRIMERA LECTURA: del libro de Isaías 11, 1-10.
  • SALMO RESPONSORIAL: 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17.
  • SEGUNDA LECTURA:  de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 15, 4-9.
  • EVANGELIO: según san Mateo 3, 1-12.

Seguimos en este Domingo con las profecías de Isaías que nunca hablan de él mismo, sino que anuncian un mensaje que ha recibido de Dios y con el que anuncia un tiempo nuevo y mejor. Por eso se trata de un mensaje de esperanza y de alegría.

Este mensaje es de sentido mesiánico porque anuncia con gran fuerza la llegada del Mesías, tan esperado por el pueblo de Israel que vive en medio del dolor y de la decepción, porque cada vez hay más injusticias, más violencia, más destrucción, etc. Hay una gran crisis de valores religiosos y humanos, y, decepcionados con los poderes políticos, religiosos..., ya sólo les queda confiar en Dios, al que ven como el único que puede dar una solución y un vuelco a la situación y a los dramas humanos que se suceden continuamente.

Sólo el Enviado por Dios, el Mesías, podrá traer de nuevo un tiempo de justicia y un tiempo de paz universal. 

Jesucristo se tiene que convertir para nosotros en el centro de nuestras vidas y de nuestra confianza. 

Vivimos en una humanidad y en una sociedad que por querer estar independiente de Dios se olvida de Él. Hemos puesto nuestra confianza en las capacidades humanas, creyendo que nosotros lo podemos superar todo sin necesidad de Dios, porque en los últimos tiempos hemos conseguido muchas cosas desde nuestras capacidades y desde nuestros esfuerzos.

Tenemos mucha confianza en nosotros mismos a nivel personal, hasta pensar que a Dios no lo necesitamos. Y muchos lo han enterrado y lo han hecho desaparecer de sus vidas. 

Un mundo sin Dios, una persona sin Dios, entra en el absurdo de la vida y del futuro, pues con la muerte y sin la fe sólo hay un final definitivo; sin un Dios que te exige, te conformarás y nunca te motivarás a la conversión para mejorar de ti lo mejorable; sin un Dios que te sostiene y que da sentido a tu vida, te refugiarás del mundo en una falsa alegría (sexo, bebida, drogas, consumismo material...) y acabarás sumergido en una tristeza existencial. 

Cristo vino y sigue viniendo, pero el encuentro con Él se inicia en una búsqueda de quien necesita de Él porque se ha decepcionado con tantas promesas humanas que nos ofrecen un mundo mejor, pero que no son la total solución. 

Cristo sigue viniendo para quien no se quiere conformar con este mundo y con su propia vida, sino que quiere una transformación que empieza por la conversión personal, la de darle la vuelta a tu corazón para que pueda sentir el amor de un Dios que nos quiere con ternura de Padre, la gran Noticia de Cristo.

Nuestra soberbia y orgullo muchas veces nos impiden ver con objetividad y sinceridad lo que somos y lo que tenemos. Agrandamos nuestras cualidades y nuestros éxitos, empequeñecemos nuestra debilidades y escondemos nuestros fracasos. Y tú eres no como te ves, sino como te ven los demás: especialmente como te ve Dios, que te ha creado y es el que mejor te conoce. Un Dios de misericordia que no se fija tanto en tus pecados y limitaciones como en tu superación para poder ser como Él espera de ti.

La conversión es dolorosa, supone un esfuerzo y un sacrificio permanente. Es como querer dejar kilos mediante un régimen de comidas: tenemos que prescindir a veces de cosas que se nos hacen vitales y de las que estamos muy dependientes.

Cristo viene, está viniendo. Arregla la casa de tu vida para que pueda entrar y quedarse contigo. Haz limpieza de egoísmos, envidias, comodidades, tristezas, rencores, sentimientos desequilibrados, derroches... Y deja que Él venga y te llene el corazón de un amor y de una paz que conviertan y llenen tu vida de una alegría nueva, para que repartas alegría y felicidad a quienes cerca de ti viven deshumanizados, desorientados y vacíos, incluso sin saberlo. 

Cristo viene, no le acojas en una choza y con una vida desordenada. Ábrete a su Espíritu Santo, búscalo; y Él hará de tu vida un árbol nuevo de buenas frutos y de gran sombra para los demás. Por eso la Iglesia nos regala el Adviento, un tiempo de poda para quitar las ramas secas y que así florezcan las nuevas.

Emilio José Fernández.