miércoles, 1 de julio de 2015

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS.

Domingo 28 de junio de 2015.



Para leer la reflexión de la Palabra de Dios
de este Domingo, pincha abajo en "Más información".


Queridos hermanos y hermanas:

Continuamos este domingo con el mensaje del Reino de Dios que Cristo anuncia con los signos de fe o llamados también "milagros".

El pasaje del libro de la Sabiduría hace una reflexión teológica de la existencia en este mundo del bien y del mal, y de la tensión entre ambos, y de cómo Dios está de parte del bien y de la vida, porque Él es el Bien y la Vida. Por eso el hombre, siendo criatura, participa de a inmortalidad por el amor inmenso que Dios le tiene, no dejando que la muerte arrebate a sus hijos.

Pablo se dirige a los Corintios, y a su vez a todas las iglesias, para exhortar a los cristianos a no conformarse sólo con tener fe y con tener caridad. La fe y el amor a los demás nos han de hacer generosos, desprendidos para compartir con el que no tiene. No se trata de empobrecernos para enriquecer a otros, sino que se trata de buscar que a nadie le falte lo necesario mientras a nosotros nos sobra y acumulamos. El mal reparto de los bienes genera ricos y pobres. La generosidad genera la felicidad para todos.

En el Evangelio seguimos con Jesús en su tarea misionera junto al Lago. Las aguas eran una amenaza en el pasaje evángelico del domingo pasado. Cristo está en una ciudad, en el interior, y es el Agua que sana a los enfermos, que los limpias del pecado, y es el Agua que devuelve a la vida a quien la ha perdido. El Bautismo nos limpia del pecado y nos resucita a una vida en la que participamos de la eternidad de Cristo.

Una multitud de gente sigue a Jesús, es casi imposible llegar ante Él. Las grandes aglomeraciones se convierten en un impedimento para el encuentro personal. Pero la fe nos permite abrir un camino por el que pocos llegan. Un padre desesperado va al encuentro del Maestro. Estamos ante un personaje importante, el jefe de una sinagoga. Tal vez su cargo hace que tenga influencia en el entorno más cercano de Jesús y le han facilitado acceder a Él. Un judío de pura cepa se arrodilla ante el Señor, reconociendo su grandeza. Lo bonito de esta escena es que parece un ejemplo para que entendamos que la oración cristiana, al igual que la petición de Jairo no es para sí mismo sino para su hija, es un acto de caridad cuando no la centramos sólo en nuestras necesidades personales y egoístas. El padre es tan sólo un intermediario. La enseñanza es que la oración también es una manera de hacer caridad con quien no puede o sabe llegar hasta Jesús porque algo se lo impide, incluso hasta la falta de fe. Cuando oro por los demás, estoy ayudando a los demás desde mi impotencia de no poder solucionarles sus problemas, pero se los presento, desde mi fe, a Aquél en quien confío y sé que sí puede solucionarlos. La fe me hace creer en el poder de la oración.

Una mujer aparece en ese momento con otras inquietudes. Una mujer de nivel alto que busca en Cristo el remedio que no ha encontrado en el saber humano. Una enfermedad incurable pero desesperante. Una mujer que es rechaza por los demás como impura... El dolor espiritual de sentir que Dios la ha abandonado en esta vida es quizás más grande que el dolor físico. Aprovecha la ocasión para, movida por su fe, conformarse con sólo tocar al Maestro. Y queda sanada. Saber que Él la puede curar la ha curado. Se ha acercado a Él y lo ha considerado su verdadero médico.

La niña ha muerto y es un drama familiar, pero ya no hay solución, el tiempo ha ganado a la vida. No hay esperanza con la muerte, pues ella acaba con toda ilusión. La fe ha vencido esa derrota, y el padre de la niña no deja de confiar en Jesús en un momento así. Y Jesús rompe su ruta para ir a la casa de la fallecida que ahora se convierte en su prioridad. Jesús no entiende la tristeza y el llanto humano porque Él viene con la alegría de la vida. Una niña muestra que la muerte es cruel con la humanidad y que frustra los sueños de quien tiene toda una vida por delante. Pero Cristo supera con su muerte todas las muertes humanas. Levanta a la niña de la muerte. Y toca la muerte con su mano.

Con los sacramento Cristo se hace medicina que sana y devuelve a la vida, nos ofrece un futuro donde ya nada nos hará daño.

Feliz Día del Señor, porque sin Él los que tenemos fe sentimos que nos falta la vida.