lunes, 13 de febrero de 2017

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE DIOS. Sexto Domingo del Tiempo Ordinario.




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INTRODUCCIÓN

En esta sección del blog parroquial SANJUANYPIEDAD.COM queremos meditar cada semana la Palabra de Dios que se lee y que se proclama en la celebración de la Eucaristía del Domingo, en cada ocasión diferente y con mucho que enseñarnos.

DOMINGO SEXTO DEL TIEMPO ORDINARIO

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Eclesiástico 15, 16-21
SALMO RESPONSORIAL
Sal 118, 1-2. 4-5. 17-18. 33-34 ( R.: Ib)
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 2, 6-10
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 17-37

En la Primera Lectura se nos habla de la libertad humana para decidir. No somos marionetas de Dios, aunque Él siempre nos muestra lo que nos conviene y lo que nos conduce a la salvación. Por eso, si somos libres para decidir, tenemos también que aceptar luego las consecuencias de nuestras decisiones.

El corazón del hombre tiende a desearlo todo y a no ponerse freno ante algunas seducciones, pero no todo lo que desea el corazón y nuestros instintos humanos nos beneficia. Y porque hay cosas antagónicas no podemos tenerlas juntas al mismo tiempo. Dios nos propone que nos pongamos límites, y hasta nos indica cuáles tienen que ser, porque nos quiere y le importamos. Pero después es el hombre (y la mujer) quien de manera particular ha de rechazar unas propuestas o deseos y ha de acoger otras propuestas y deseos. 

Nuestra libertad también conlleva que luego tengamos que dar cuentas de nuestra vida a un Dios al que no se le oculta nada porque lo conoce todo de cada uno de nosotros, ya que está más dentro de nosotros que nosotros mismos.

Pablo nos descubre que existe un conocimiento humano de las cosas, a quien las conoce se les considera sabios. Dios también las conoce, e incluso conoce más de lo que la sabiduría humana pueda llegar a entender. La sabiduría divina, por lo tanto, supera a la humana. Y Dios comparte su sabiduría con los hombres y mujeres a quienes Él se las quiere revelar, haciéndolo a través del Espíritu Santo. Por lo tanto, Pablo nos pide que no nos conformemos solo con tener una sabiduría humana sino que nos abramos al Espíritu Santo para ser conocedores de esa sabiduría divina y poder sondear lo profundo del Misterio que es Dios mismo.

Para poder comprender el pasaje evangélico de hoy debemos de saber que Mateo escribe para comunidades cristianas de origen judío, cuyos miembros proceden del judaísmo y cuya mentalidad está muy influenciada por esa religión. Los destinatarios de los escritos mateanos tienen un conflicto con el propio cristianismo pues no entienden bien qué postura han de tener ante la Ley de Moisés que ellos han considerado siempre como la voluntad de Yhavé. ¿La deben seguir cumpliendo o Jesús la ha eliminado o suplantado con la Ley del Amor?

Ante un tema tan delicado no se trata de tener opiniones, pues seguirían las dudas y la división en la comunidad o en la misma Iglesia al haber también diferentes posturas. Necesitamos la respuesta de alguien con autoridad y cuya enseñanza no se ponga en cuestión. Por eso Mateo recoge intervenciones que Jesucristo en su momento tuvo y con las que poder zanjar este asunto, pues no hay nada mejor que las enseñanzas del Maestros para que quienes nos consideramos sus discípulos/as no nos equivoquemos. 

Hay quienes piensan que la Ley, que forma parte del Antiguo Testamento, hay que seguir cumpliéndola porque ella responde a la voluntad de Dios. Y hay quienes piensan que Cristo ha venido a abolirla porque llega a cuestionar mandatos como los referentes al sábado.

Jesús toma la palabra con cierta solemnidad para dejar claro que Él, en definitiva, es la Ley, pues la Ley es Dios y su amor. Jesús plenifica la Ley porque Él la cumple y le añade lo que faltaba por ser revelado. Jesús sentencia con que la Ley todos tenemos que cumplirla y enseñar a los demás para que también lo hagan. Si la Ley ya era exigente, Cristo aumenta esa exigencia porque lleva el amor al hermano y al prójimo al límite. Si antes era pecado el matar a una persona, para Cristo es pecado hasta la menor de las ofensas que podamos cometer contra el prójimo, como puede llegar a ser el insulto con la palabra "imbécil". Así pues, el amor se hace imperativo en todas sus formas y todo atentado a ese amor fraterno es considerado pecado, ofensa a Dios. 

Sigue Jesús considerando tan grave la ofensa a un hermano o hermana, que nos llega a decir que no hay nada que agrade a Dios como el amor y el perdón entre las personas, así que ninguna ofrenda que le puedas hacer, es tan valiosa como la del amor fraterno. Y sin éste, todo lo demás que hagamos pierde validez y mérito, de ahí que la reconciliación entre quienes se han ofendido es lo que más desea Dios.

En este pasaje hay también una llamada a la conversión, que en ocasiones consiste en desechar de nosotros sentimientos, conductas, pasiones, pensamientos... que nos impiden amar o que nos llevan a pecar. De ahí las expresiones que Jesús pone como ejemplos: arrancarte el ojo o amputarte la mano cuando estos miembros te inducen al pecado. Evidentemente no hay que tomarlo al pie de la letra pero sí como ejemplo de lo que consiste la conversión espiritual.

No somos perfectos pero estamos llamados a una santidad que no consiste en vivir según la voluntad de Dios, la cual siempre pasa por el amor a Él junto con el amor a los hermanos; el amor nos hace grandes y cumplidores de toda la Ley. Así nos lo ha dicho Cristo, y así nos lo enseña desde ejemplo de su entrega y muerte en cruz.

Emilio José Fernández.