sábado, 16 de agosto de 2014

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS. Domingo 17 de agosto de 2014.



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de este Domingo, pincha abajo en "Más información".

Dios, nos dice el profeta Isaías, no hace distinciones entre los hombres ni por la raza ni por la condición, sino que esas diferencias las hacemos los hombres. Dios sólo distingue mirando los corazones, y premia a los hombres que hacen el bien porque saben amar la voluntad de Dios y a los hombres como hermanos.

San Pablo sufre las divisiones que observa y padece en sus comunidades, y le duele las críticas que hacen de él sus compatriotas judíos que se han bautizado, que no ven con buenos ojos la cristianización de extranjeros y paganos. Los israelitas se sienten los herederos del Reino de Dios y los únicos elegidos para la salvación, pero Cristo, así lo predica la Iglesia y San Pablo, ha venido para que se salve todo el que abra su corazón a Dios. Las puertas de la Iglesia se abren para todos pero hay quienes no lo comprenden desde dentro de la misma Iglesia. Y es que amar en la medida de Dios no siempre es fácil.

En el Evangelio Jesús aparece evangelizando en tierra de paganos, en concreto, en las regiones de Tiro y de Sidón. Pero la necesidad humana de Dios no tiene fronteras. Allí parece que Cristo está predicando y realizando signos entre la población propiamente judía que se encuentra allí, pero su fama llega a oídos de todos. Una mujer cananea, es decir, no judía, lo busca desesperadamente para pedirle salud para su hija, y hace lo imposible para llegar a donde está el Señor, porque el amor lo supera todo. Lo curioso es que los discípulos no le impiden llegar a Jesús sino que hasta interceden para que Cristo la atienda. Lo que nos sorprende es que Jesús en un principio se niega, pero lo hace para subrayar más la misericordia de Dios en su actuación siguiente.

Jesús en un principio no se presta a ayudar a la madre, pero la respuesta de esta madre, llena de humildad grande y de enrome fe le sirve a Jesús de justificación ante los demás para curar a la hija enferma de esta atrevida madre. La fe de la madre salva a la hija, como la de tantos padres que rezan por sus hijos apartados de Dios.

Con gusto pedimos por nosotros. Pedir para otro sólo se hace si se le ama y se le valora. Pedir y conformarse con lo que quieran darte, es la humildad de saber que no te mereces nada y que hasta lo poco es una gran gracia y regalo. Sólo quien ora con un corazón así, encuentra la misericordia de Dios, que nos da más de lo que nos merecemos.