sábado, 24 de junio de 2017

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE DIOS: Décimosegundo Domingo del Tiempo Ordinario.




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INTRODUCCIÓN

En esta sección del blog parroquial SANJUANYPIEDAD.COM queremos meditar cada semana la Palabra de Dios que se lee y que se proclama en la celebración de la Eucaristía del Domingo, en cada ocasión diferente y con mucho que enseñarnos.

DOMINGO DÉCIMOSEGUNDO DEL TIEMPO ORDINARIO

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Jeremías 20, 10-13
SALMO 68, 8-10. 14 y 17. 33-35 
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 12-15
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 10, 26-33

Terminada la celebración del tiempo litúrgico de Pascua, hace unas dos semanas hemos retomado nuevamente el Tiempo Ordinario que se veía interrumpido al comienzo de la Cuaresma.

Las palabras de Jeremías son las de un profeta y hombre de Dios que ha experimentando las dificultades de la vida en cuanto a la convivencia junto a los demás hombres y mujeres de su tiempo. Se ha sentido criticado, despreciado y hasta amenazado. En muchas ocasiones de la vida nos podemos sentir solos por sentirnos diferentes ante los demás por nuestra fe, por nuestros principios y por nuestra forma de vida. La fidelidad en esos momentos a uno mismo y a esa fe, que ha de ser eje principal de lo que somos y vivimos, no se sostiene sólo en nuestra voluntad y empeño sino con la fuerza que hemos de recibir de Dios, que no nos abandona en los momentos de amenazas y riesgos. A Él tenemos que acudir, como el salmista, en esos momentos de crisis.

Pablo se admira de la grandeza de Cristo y de las maravillas que Dios ha hecho a través de su Hijo. El amor de Dios por el hombre vence al mal, especialmente en su forma más poderosa como la muerte de hombres y mujeres, que han sido rescatado a la vida por un hombre que es a su vez el Señor. La resurrección del Señor es la salvación y un derroche de gracia para la vida humana de los bautizados.

Para el cristiano el miedo a la muerte lo supera la resurrección de Cristo. Pero existen otros miedos porque hay otras amenazas y peligros. Los demás pueden suponer ser esa amenaza cuando se entrometen en nuestra vida y nos impiden crecer y madurar en la fe, y en los demás ámbitos de nuestra vida, llevados por no aceptarnos como somos y por no entender nuestras maneras de vivir. El miedo paraliza y angustia. Tenemos miedo al juicio y al qué dirán los demás; a sus críticas y a su rechazo. Por el miedo el cristiano no puede vivir su fe escondido sino que ha de mostrarla con sus palabras y obras que cuestionarán a muchos. Puede ser muy grande el dolor que podamos sentir por el desprecio de quienes no nos comprenden. pero para el cristiano de verdad no hay mayor sufrimiento que estar apartado de Dios, pues no soportará la ausencia divina ni su vida tendrá sentido sin Dios. La vida de fe no es fácil, nunca lo ha sido, y en nuestro tiempo también sentimos la dificultad de remar contra la corriente en una sociedad cada vez más secularizada y desinteresada de Dios. Y hasta en nuestras propias carnes podemos vivir a diario esa tensión con los que no han entendido el Evangelio, pues los tenemos muy cerca: en nuestra familia, entre nuestras amistades, en el trabajo... Nos podemos sentir raros y hasta señalados, pero debemos permanecer fieles a ese Dios que siempre permanece fiel a nosotros.


Emilio José Fernández



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