sábado, 4 de julio de 2015

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS.

Domingo 5 de julio de 2015.



Para leer la reflexión de la Palabra de Dios
de este Domingo, pincha abajo en "Más información".


Queridos hermanos y hermanas:

Este Domingo del Señor la palabra nos habla de la dificultad que tienen para salvarse los que no tienen fe o se resisten a acogerla.

Es precioso ver cómo la falta de fe aleja a los hombres y mujeres de Dios, sin embargo, Éste no quiere alejarse de ellos, por lo que está siempre intentando recuperar lo perdido y acoger a los alejados. Dios no es rencoroso, al contrario, es misericordioso y amable.

Dios se vale del profeta Ezequiel para ir al encuentro de quienes pasan de la fe o no la ven útil. El Espíritu de Dios entra en la vida de este profeta, en lo más profundo de su ser, lo transforma y pone en pie, es decir, lo pone en acción. Un cristiano no se puede acomodar ni acobardar, Dios nos empuja a hacer en su nombre lo que nunca imaginábamos ni para lo que nos vemos incapaces.

Por eso San Pablo comprende que posee más fuerza que la que tiene por su naturaleza humana, pudiendo superar lo que por sí debería hundirle. Con la soberbia nos creemos invencibles e insuperables, pues confiamos demasiado en nosotros mismo hasta llegar a creernos dioses. El mejor antídoto para la soberbia se llama humildad. La humildad de ver tus limitaciones y de admirarte de las grandezas de Dios y de las que Él hace en tu vida. La vida nos da palos y hasta nos derrumba lo que construimos; así sólo podemos entender como Santa Teresa de Jesús: "Nada te turbe, nada te espante: sólo Dios basta", pues con Él siempre tenemos mayoría absoluta para todo.

En los dos domingos anteriores hemos visto a Jesús actuando en ambas orillas del Lago de Galilea. En este Domingo XIV del Tiempo Ordinario el pasaje evangélico lo sitúan en su pueblo natal, Nazaret. Tal vez de visita para ver a sus parientes o tal vez con la intención de hacer llegar allí también el mensaje del Reino de Dios. La cuestión es que Jesús aprovecha toda ocasión para cumplir su misión. En este caso lo que sorprende es la reacción de sus paisanos y conocidos. Lo aprecian a él como "el carpintero" o el "hijo de María", tal y como era conocido en su aldea natal. Se le conoce a él y a sus familiares, lo cual indica que Jesús era un hombre entre los hombres. Los que lo conocen desde pequeño y lo sienten como uno de los suyos no aprueban su autoridad y sabiduría. Lo aprecian pero no tienen fe en él, y ésa es la clave. La fe no viene de la seguridad de conocer sino de confiar. La fe viene de aceptar las realidades más allá de lo que conocemos. Ellos conocen bien la vida y persona de Jesús, tánto que no ven en Él ningún misterio. Los nazarenos no se dejan sorprender porque no se abren a lo nuevo sino que se aferran al pasado de Jesús. Jesús se convierte en un farsante o en una amenaza porque Él también los conoce bien a ellos y a nosotros: en nuestras debilidades, aquellas que no aceptamos y que sí las ocultamos.

Cristo viene a tu casa, a tu vida, a tu mundo interior, para sanarte y ayudarte a transformarte en criatura nueva. Si te quedas sólo con su humanidad, lo mirarás en una igualdad en la que no puedes admitir que Él sea superior a ti y pueda llegar más allá de donde tú eres capaz. En esa actitud de desconfianza por tu parte, Cristo no te puede aportar nada, no porque Él no quiera sino porque tu falta de fe en Él se lo impide. Dios no se impone sino que propone: se sana quien se deja curar y operar por las manos del Salvador de todos los hombres. Quien se siente más indigno de Dios es quien antes lo encuentra si lo busca. Cuando Él nos busca, pero hay ocasiones que, por nuestra arrogancia, sólo viene de paso, sin operar en nosotros.

Por tanto, hermanos y hermanas, veamos nuestras debilidades ante Dios y asumámoslas sin complejos ni vergüenzas ante quien siendo el más grande se ha hecho uno de los nuestros. Abramos nuestra vida a Cristo y no impidamos que cumpla su misión salvadora en cada uno de nosotros. Mi falta de fe me hace cerrarme a Dios. Pidamos por los que se resisten a creer, y pidamos por nosotros cuando también ponemos frenos a Dios.

Este es un aviso para navegantes que nos hace Jesús, una manera de decirnos que quien le sigue a Él como cristiano se encontrará muchas veces con la incomprensión, el rechazo, la soledad... porque en cada tiempo ha sido difícil ser un profeta de Dios. Cuanto más nos persiguen es señal de que somos más auténticos, pues el Bien muchas veces es incómodo en un mundo y una humanidad de corrupciones. No vayamos donde predicar con la vida es fácil sino allá donde Dios nos necesita: en las periferias en las que seremos cuestionados.

Feliz Día del Señor a todos.