lunes, 21 de septiembre de 2015

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS.

Domingo 13 de septiembre de 2015.



Para leer la reflexión de la Palabra de Dios
de este Domingo, pincha abajo en "Más información".


Queridos hermanos y hermanas:

En este Domingo, el número XXIV del Tiempo Ordinario, el tema central de la Palabra de Dios es el sentido de la cruz que ha de estar tan presente en la vida de todo cristiano y de la cual la fe no nos priva sino que nos plantea otra manera de entenderla y de vivirla.

En la Primera Lectura el profeta Isaías anuncia los padecimientos físicos del Mesías que el pueblo de Dios esperaba entonces. Ante estos padecimientos de dolor inhumano, de desprecios y de soledad total, el profeta subraya la fortaleza espiritual de quien se siente acompañado por el amor de Dios en tan dramática situación.

El salmo es una preciosa oración, hecha testimonio, de quien se ha sentido abandonado en las manos de Dios cuando los peligros ya no podían ser más grandes, pero que no se ha sentido olvidado de Dios. El salmista ama a Dios con más fuerzas todavía tras la experiencia de dolor y sufrimiento al poder conocer ahí las grandezas de un Dios que es misericordia y compasión.

En la segunda Lectura el Apóstol Santiago recrimina a aquellos que se sienten cristianos sólo porque presumen de tener fe. La fe es un don que no sólo consiste en tenerla sino también en vivirla. La fe sin unas obras que hablan de ella se hace superficial. En las obras somos examinados en nuestra fe. La fe nos abre a la práctica de las virtudes evangélicas y a hacer el bien a los demás. Por eso, si la fe no la confirmo con mis obras, de fe pobre se trata.

En el Evangelio de Marcos Jesús va de camino y se produce una conversación íntima entre Él y sus discípulos. El pueblo ya lo conoce desde hace tiempo y le ha escuchado hablar y le ha visto actuar, por lo que en los entornos su fama era palpable y de ahí que Jesús entienda que hablen de Él y comenten opiniones.

Jesús quiere saber estas opiniones, pero más bien parece que lo que quiere es saber la opinión de sus colaboradores más cercanos. Por eso la pregunta es doble: la opinión en general de todos, los lejanos, y la opinión particular de los suyos, los cercanos.

La respuesta primera es la de que Jesús es considerado un hombre de Dios, un hombre enviado como lo fueran anteriores profetas. La respuesta segunda la da Pedro, como portavoz del grupo que forma la primitiva Iglesia, y define a Jesús como el Mesías, es decir, el hombre más grande y poderoso que Dios había prometido enviar para salvar a su pueblo.

Hasta aquí todo correcto, pero Jesús aprovecha para definir la imagen de Mesías que es Él, y aquí ya los suyos ni lo entienden ni coinciden con Él. Por lo que Jesús les deja claro que si quieren continuar siguiéndolo y siendo sus amigos la condición es seguirle en todo, incluso en sus padecimientos de cruz.

Pues hoy también Jesús nos lanza la pregunta a cada uno de nosotros: "Y tú, ¿quién dices que soy yo?". Y respuestas hay tantas y variadas dependiendo de cuánto lo conozcamos y hayamos tratado. Y tal vez la respuesta no es decir o definir lo que piensas sobre Jesús sino lo que sientes tú por Él. Si sientes admiración, miedo, indiferencia... o amor. La respuesta es hasta dónde estás tú dispuesto a seguirlo y serle fiel. Muchos lo valoran por lo que de Él pueden recibir y pueden beneficiarse. Tú tienes que valorarlo, como cristiano, por todo lo que eres capaz de hacer por Él. En esa medida de darle estás mostrando lo que lo amas. Y es que cuanto más lo ames, más estarás dispuesto a seguirle sin condiciones, hasta el final. Por eso, creer en Jesús lo mismo hasta resulta fácil, y hasta decir o sentir que lo amas. Pero como nos dice Santiago, la fe son obras, y como decimos nosotros, "las obras son amores", si de verdad crees en Él y le amas con la misma verdad no lo sigues para que te vaya bien la vida o cuando ésta te va fenomenal, sino que estás dispuesto a estar con Él para siempre: en las duras y en las maduras.

Y ahora, vuélvete a hacer la pregunta de nuevo: ¿Quién es Jesús para mí? ¿Estoy dispuesto a seguirle siempre y en todas las circunstancias? ¿Hasta dónde me puedo considerar un fiel y buen discípulo suyo?

Ánimo, que lo que nos falta nos lo añade Él, porque nosotros somos inútiles siervos suyos.

Feliz Día del señor para todos y buen comienzo de curso.