sábado, 17 de diciembre de 2016

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE DIOS. Domingo IV de Adviento.




Seguir leyendo toda la crónica pinchando con el ratón abajo en "Más información".


INTRODUCCIÓN

En esta sección del blog parroquial SANJUANYPIEDAD.COM queremos meditar cada semana la Palabra de Dios que se lee y que se proclama en la celebración de la Eucaristía del Domingo, en cada ocasión diferente y con mucho que enseñarnos.

DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías 7,10-14

SALMO RESPONSORIAL 23, 1--2 3-4ab. 5-6
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 1, 1-7
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 1, 18-24

Seguimos en este Domingo con las profecías de Isaías que nunca hablan de él mismo, sino que anuncian un mensaje que ha recibido de Dios y con el que anuncia un tiempo nuevo y mejor. En esta ocasión el profeta anuncia el hecho sorprendente que siglos después sucederá: la virgen estará encinta y dará a luz un hijo.

Y es que hay momentos en los que necesitamos y hasta exigimos pruebas para creer, y Dios da a su pueblo una prueba de su grandeza y de su poder con este signo o milagro en lo que lo imposible a la razón humana se hace posible por la intervención de un Dios cuyo amor nos lo muestra todos los días,  y no lo vemos ni sentimos por la falta de fe que tenemos.

Ya en el Antiguo Testamento encontramos episodios en los que mujeres que toda su vida fueron estériles en su ancianidad dan un hijo. Estas mujeres cuando menos se esperaba se convierten en una alegría para sus familias. Y es que Dios de lo que nosotros desechamos y creemos inservible saca hasta una nueva vida.

La profecía de María nos habla de un signo o un milagro aún mayor: ya no se trata de una anciana estéril sino de una joven virgen. Y es que así Dios subraya más aún la grandeza del niño que nacerá, que si ya su gestación es única e incomparable a la de otro ser humano, toda su vida también lo será única e incomparable por ser el hombre más especial que ha nacido de mujer, el Mesías, el Hijo de Dios.

Dios nos dará la mejor prueba de sus existencia y del amor que nos tiene, enviándonos a su Hijo. Era impensable que lo divino pudiera llegar a tener forma humana. Y sucederá en su momento, como asegura el profeta, porque nada puede impedir a Dios que ame y que haga lo que por amor siente.

Pablo subraya en su Carta la humanidad de Cristo, siendo de nuestra raza como lo demuestra su descendencia. Y además Jesús de Nazaret es un auténtico judío, porque es descendiente del rey David. El Mesías e Hijo de Dios es uno de los nuestros. Y la resurrección de Cristo viene a subrayar que también es el Hijo amado de Dios Padre.

En el pasaje del Evangelio que hoy se proclama, Jesús aparece en el contexto de una familia cuyos padres están desposados pero aún no viven juntos. Según las leyes antiguas era lo frecuente, porque no se tenían los hijos hasta no haberse unido los padre en matrimonio. Aquí la escena se complica cuando María sigue siendo virgen y además espera un hijo. Su futuro ya estaba sentenciado: morir lapidada como mujer adúltera si su prometido, que era lo de esperar, la repudiaba. 

Cuando José se entera del embarazo inesperado de su prometida sin haber habido intervención suya, es tan bueno su corazón y tan grande su amor por María, que decide repudiarla en secreto.

María conocía bien las consecuencias de la aceptación de ese encargo que Dios le hace de ser la madre del su Hijo. Pero aun así es tanta su fe y su amor a Dios, que le obedece "a ciegas". Se ha metido en un túnel pero no tiene miedo pues prefiere morir antes que decepcionar y que dejar de ser obediente a su SEÑOR.

Todo está en un momento muy delicado del que no se espera una solución buena, sin embargo Dios, que ha metido a José y a María en este problemón, interviene desde su bondad para dar entendimiento a José, el cual, movido por la fe el Dios, supera sus miedos.

El padre biológico es el que elige un nombre para su hijo recién nacido. Al poner un nombre, el padre reconoce públicamente su paternidad. No poner un nombre a un hijo es igual que decir que ese hijo no es tuyo. Dios da el encargo a José de que ponga el nombre al hijo que nacerá de María para que se comprometa como padre de ese niño, lo acoja y lo cuide. Pero quien verdaderamente pone el nombre al hijo de María es Dios Padre, pues es Él el que ha elegido y le da el nombre de JESÚS. Ese niño, desde antes de nacer, es propiedad de Dios, es suyo, y lo ha puesto en manos de los mejores padres porque han superado la gran prueba de la fe: se han fiado de Dios en todo momento.

Enseñanza: la fe es la confianza en Dios en todo momento, incluso en los momentos límites. Dios nunca nos deja solos. La fe nos une y nos da la fuerza para vencer los miedos y los obstáculos. La fe es saber que Dios nunca defrauda y que nunca nos abandona.

Aunque no entiendas, aunque todo parezca un absurdo, aunque tengas que pasar por el mismo fuego... si tienes fe, la paciencia y la esperanza nunca la perderás por Aquél que dio la vida por ti.

Y, cuando venga el Hijo de Dios, ¿encontrará fe en ti? 

Emilio José Fernández.