martes, 3 de enero de 2017

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE DIOS. Epifanía del Señor, 6 de enero.




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INTRODUCCIÓN

En esta sección del blog parroquial SANJUANYPIEDAD.COM queremos meditar cada semana la Palabra de Dios que se lee y que se proclama en la celebración de la Eucaristía del Domingo, en cada ocasión diferente y con mucho que enseñarnos.

SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta Isaías  60, 1-6
SALMO RESPONSORIAL
Sal 71, 1-2. 7-8. 10-13
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 3, 2-6
EVANGELIO
Lectura  del Evangelio según san Mateo  2, 1-12

El 6 de enero se le reconoce popularmente como la Fiesta de los Reyes Magos, sin embargo, litúrgicamente es llamada la Solemnidad de la Epifanía del Señor.

La palabra "epifanía" significa en griego manifestación. Y la Iglesia la usa para mencionar la manifestación de Jesucristo, el Hijo de Dios, a todos los pueblos, a todos los hombres y mujeres de toda la tierra, representados en aquellos Magos.

Para entender la palabra de Dios del día de hoy, tenemos que penetrar en el lenguaje bíblico, que tiene sus formas y particularidades, porque mezcla la realidad histórica con el lenguaje de los símbolos. Y uno de los símbolos preferidos de la Sagrada Escritura es la LUZ.

Podemos tener mucha vitalidad como sociedad y como personas, pero sin luz estamos impedidos y no podemos hacer nada, ya que todos nuestros movimientos pueden resultar arriesgados porque siempre estaremos desorientados y expuestos a miles de peligros. Tampoco sin luz podemos apreciar la belleza de tanto como nos rodea ni conocer aquello que tenemos cerca. 

Qué importante es tener luz física, pero no lo es menos tener luz espiritualmente. Esta última la recibimos los cristianos mediante el bautismo y nos permite tener fe, que es como tener luz para poder ver más allá de lo físico y de lo material. Para ello no podemos olvidar que los seres humanos no sólo tenemos cuerpo, sino que también tenemos un alma, la cual necesita de esa luz transcendente, que está más allá de lo que podemos apreciar con nuestros ojos mortales.

Si hay luz en la tierra es porque tenemos un Sol que todos los días nos ilumina, nos permite vivir con su luz y calor, y que, cuando desaparece, nos hace sentir la oscuridad de la noche. 

Tenemos vida espiritual porque tenemos un Dios que es ese fuego que no se apaga ni de noche ni de día, que ilumina nuestras vidas y que nos permite vivir con el calor de su amor y de su misericordia.

Jesucristo es el Hijo de Dios que ha ha venido a la tierra para que Dios pueda brillar más en este mundo y para que nosotros tengamos más vida. Jesucristo es la Luz de los hombres y de las mujeres de buena voluntad, para los hombres y muejeres de bien y de paz.

Es una luz que hay que buscar, pues se oculta en el misterio que se representa con la noche. Jesucristo se deja encontrar por aquellos que salen a su encuentro guiados por la estrella de la fe y de la esperanza, para que puedan encontrarlo con un amor que se convierte en adoración. Pocos lo encuentran, porque pocos lo buscan: pocos son los que se dejan llevar por la fe; y muchos, como Herodes, no creen que todo un Dios pueda estar en un Niño (signo de debilidad, como el tener amor), o que haya un Dios más grande de lo que somos nosotros.

La fe siempre nos pone en movimiento y en acción, pues cuando tenemos una fe débil o ausencia de fe sólo somos cristianos, si es que lo somos, de varios días al año para cumplir con algún compromiso familiar o social que no nos complica la vida.

Aquellos magos de Oriente, venidos de tierras lejanas, se lanzaron a la aventura de un largo viaje (como lo es el viaje de la fe), atravesando desiertos y oasis, caminando de día y de noche, y haciendo frente a todas las dificultades. En más de una ocasión seguro que sentirían la frustración, y hasta el sentimiento de fracaso y de haberse equivocado. Sin embargo, la fe se hizo esperanza y llegaron a encontrar en un Niño el mayor de los tesoros.

Esos Magos son el símbolo de que todos los humanos somos hermanos y hermanas, que para Dios no hay fronteras ni razas porque Cristo ha venido para todos, cambiando los individualismos y egoísmos humanos en aquellos que se dejan cambiar. Todos somos hermanos unidos por una única estrella, la de la fe. Cristo ha venido a unir a la humanidad en una sola fraternidad.

Con Cristo, Dios nos convierte en seres espirituales que aspiran a Él y llegan mediante la oración, y seres espirituales que ven más allá de lo que nos permite nuestra naturaleza humana.

No dejes de seguir la estrella de la fe, la que siempre sale a tu paso en tus noches, y hasta en las más oscuras, esas en las que te sientes hundido, sin futuro, triste y agobiado. Aún así, no dejes de caminar en la búsqueda de un Dios que te espera tan humano como tú, pero tan grande que sólo los pequeños y humildes saben buscarle, encontrarle y adorarle.

Emilio José Fernández.