sábado, 31 de mayo de 2014

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS. Domingo 1 de junio de 2014.


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de este Domingo, pincha abajo en "Más información".

La Iglesia celebra hoy la Solemnidad de la Ascensión del Señor. Se trata de un hecho del que hay testimonios que se han recogido en los escritos del Nuevo Testamento, pero no deja de ser un hecho de fe, que forma parte del Misterio, por lo que es necesaria una vez más la fe para aceptarlo.

La Fiesta de hoy nos la describe San Lucas en el primer capítulo de su segundo libro después del Evangelio, Hechos de los Apóstoles, que hoy escucharemos en la Liturgia. Este autor da el testimonio que él ha recibido por la transmisión oral de los Apóstoles y discípulos que conocieron a Jesús, un testimonio que es ya el de toda la Iglesia sin duda: que el Crucificado en un madero, el Hijo de Dios, Resucitó, se apareció y después Subió (Ascendió) al Cielo junto al Padre. Pero en ese testimonio Lucas introduce las palabras de Jesús en ese diálogo último de despedida con los suyos.

Precioso diálogo de quien da esperanza en la despedida que siempre resulta triste para los humanos cuando hay amor. El amor no soporta las distancias, nos las entiende. Por eso Cristo que ama a los suyos no soporta verlos tristes ni tampoco su corazón soporta no estar cerca de los que ha amado en este mundo. Pero una vez más Cristo no actúa desde su egoísmo sino que en obediencia al Padre, por el amor inmenso que le tiene a Él, deja este mundo para estar al lado de su amado Padre. Les da las últimas instrucciones a sus discípulos, a la naciente Iglesia, y promete el Espíritu Santo que nos hará sentir su presencia resucitada entre nosotros hasta el final del mundo.

Pablo nos presenta a Jesús que después de resucitado subió y está a la derecha del Padre, en el lugar más cercano y de máxima preferencia, una manera de demostrar una vez más que el hombre Jesús es también el Hijo de Dios.

El Evangelio de hoy nos muestra a Jesús que deja este mundo pero deja a la Iglesia al frente de su misión para que la continúe, autorizando a los Once para que vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Noticia. Por eso es bonito en la Liturgia del domingo próximo, Domingo de Pentecostés, realizar el gesto de apagar el Cirio Pascual en el momento que el Sacerdote da la Bendición y antes de despedir a la Asamblea. Se apaga el Cirio Pascual, la Luz del mundo que ha brillado en el tiempo de la Pascua, Cristo Resucitado. Se apaga porque la luz que ha de alumbrar al mundo en cada tiempo de la historia es la del testimonio de vida de cada uno de los cristianos que hemos recibido el Espíritu Santo.

Cristo nos deja pero se queda en los sacramentos y en los hermanos. Cristo nos deja el Espíritu Santo para que podamos seguir unidos a Él de una manera no física pero sí espiritual. Cristo vive y lo hace para siempre junto al Padre. Y allí nos espera cuando dejemos este mundo con la promesa de la resurrección para aquellos que no han dejado de amarle en el camino de esta vida terrenal.