sábado, 7 de junio de 2014

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS. Domingo 8 de junio de 2014.


Para leer la reflexión de la Palabra de Dios
de este Domingo, pincha abajo en "Más información".


Llegamos al final del tiempo litúrgico de la Pascua con la Solemnidad de Pentecostés, que significa cincuenta día. En la Fiesta de hoy conmemoramos la Venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia, reprensentada en los Once Apóstoles junto con la Virgen María, y situada por la Sagrada Escritura en el Cenáculo, el lugar donde Jesús celebró la Última Cena con los suyos en la tarde del Jueves Santo. Pero también festejamos y agradecemos la continua venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia y sobre los cristianos mediante los Sacramentos, especialmente el Bautismo y la Confirmación, así como la actuación constante del Espíritu de Dios que guía, protege, consuela... a la Iglesia de Jesucristo, el Señor. 

Cristo ha Resucitado, ha Ascendido a los Cielos, y nos ha dado el Espíritu Santo. Es el tiempo en el que comienza la vida del Espíritu Santo en la Iglesia y, por consiguiente, es cuando litúrgicamente ponemos fin a la Pascua, en la que hemos festejado que Cristo vive porque ha Resucitado. Con la Fiesta de Pentecostés los cristianos terminamos de festejar la Pascua, que hemos celebrado en cincuenta días. Cuando iniciabámos la Pascua en la Noche del Sábado Santo bendecíamos el Cirio Pascual que nos ha presidido durante toda la Pascua. Terminada la Fiesta de Pentecostés, éste se apagará y sólo se encenderá para las celebraciones litúrgicas de los Sacramentos del Bautismo y de la Confirmación, así como en las celebraciones exequiales (entierros). Apagamos el Cirio Pascual en Pentecostés porque, habiendo recibido nosotros al Espíritu Santo y habiendo recibido durante la Pascua la Luz que es Cristo, a partir de ahora somos nosotros, los bautizados, la luz que ha de brillar y que ha de iluminar al mundo.

Tuvo que ser impresionante la experiencia transcendental de quienes presenciaron la Venida del espíritu Santo y su acción en ellos. Tan inesperada como sorprendente, tan única como real, tocando lo más profundo de aquellos hombres y hasta de la misma Virgen María, la que ya había vivido una experiencia semejante cuando concibió a su Hijo. Una experiencia así no se olvida, te cambia la vida, aparece un antes y un después en nuestra historia, y es inefable, inenarrable e inexplicable con palabras humanas. Por eso el testimonio de ellos como el mismo testimonio contado por otros, como los autores que se hacen eco de este acontecimiento en los textos del Nuevo Testamento, tiene que ayudarse de figuras y realidades terrenas (la paloma, las lenguas de fuego...), a modo de símbolos, para comunicar y hacer comprensible lo que desde la razón humana y desde los sentidos humanos es complicado de explicar y de demostrar. La fe es creer lo que otros nos han contado. Pero esa fe se solidifica como una roca cuando lo que otros me han cotado yo también lo experimento y vivo. Por eso, Pentecostés sigue siendo actual en los hombres y mujeres que experimentan en su vida la Venida del Espíritu Santo. Con el lenguaje de la fe y del espíritu, con el lenguaje de una época, Lucas en su libro de Hechos de los Apóstoles recoge el testimonio que ha recibido y que ha conocido como investigador, del acontencimiento de la Venida del Espíritu Santo, que ya en su época los primeros cristianos festejaban con el nombre de Pentecostés. El hecho ya no era sólo histórico sino celebrativo, un dogma de fe. Y así nos ha llegado a nosotros. Porque con el Espíritu Santo en la Iglesia comienza la proclamación y la profesión colectiva de que verdaderamente Jesucristo es el hijo de Dios. El Espíritu Santo posibilta y dona la fe a quien la tiene. Hay que abrirse al Espíritu de Dios.

El Resucitado, según el pasaje evangélico de hoy, nos regala lo mejor que nos puede dejar: el Espíritu Santo; con Éste también nos da su Paz, no como la del mundo; y la vocación de enviarnos a continuar su tarea de anunciar la Fe y la Buena Noticia a todos los hombres, porque Cristo desea el bien y lo mejor para todos, y se lo ofrece a todos a través de la Iglesia, de los cristianos que somos enviados y al mismo tiempo actuamos bajo la tutela del Espíritu Santo.