sábado, 4 de octubre de 2014

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS. Domingo 28 de septiembre de 2014.


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de este Domingo, pincha abajo en "Más información".


Hoy ha comenzado la Visita Pastoral de nuestro Obispo de Guadix, Don Ginés García Beltrán, a nuestra Parroquia. El Pastor visita su rebaño, el encomendado por Dios. Oremos por el Pastor y por esta porción del pueblo de Dios que es nuestra Parroquia.

Y seguimos un domingo más, y ya van tres, con el símil de la viña para expresar lo que es el Reino de Dios. En la Sagrada Escritura, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, se compara el Reino de Dios con una viña, o un campo. En la cultura mediterránea es importante el vino, forma parte de la vida. El vino es el símbolo del amor y de la alegría. El vino está presente en las fiestas y grandes reuniones en las que lo más importante no es disfrutar del vino sino disfrutar de la amistad: del amor y la alegría de la amistad. Así la Eucaristía es también el Banquete de Dios para nosotros donde tomamos de su vino, la Sangre de Cristo, entregada y derramada por amor.

El vino lo producen las vides que se plantan en las viñas. Una viña bien cuidada hace que sus vides den buenas uvas y por tanto se obtenga un buen y sabroso vino. Dios, que ama a su viña, la cuida con todo mimo e invierte todo el tiempo y esfuerzo que haga falta porque es su prioridad. La viña de Dios, como nos dice hoy el profeta Isaías, es su pueblo, es decir, sus hijos, nosotros. Dios nos cuida como pueblo y quiere que demos buenos frutos: el amor y la alegría.

¿Qué ocurre? Pues que los resultados que Dios espera de su viña no son los que al final cosecha. Una viña estéril, que da más gasto que beneficio, que no quiere mejorar ni ser generosa, es decir, que se resiste a la fe y al amor a Dios, finalmente se ve avocada a ser también rechazada por el dueño, que no invierte más en ella y se desentiende de ella destinándola a la perdición. Una vez más vemos cómo la resistencia humana a acoger a Dios y a su Reino se puede hacer tan grande que nos perdemos ser felices y poder salvarnos. Por más que haga Dios, si nosotros no colaboramos con Él en nuestra felicidad y salvación Él no podrá poner lo que nos corresponde a nosotros.

En el Evangelio, con otra parábola de la viña, Jesús nos da el mismo mensaje de cómo podemos resistirnos a la voluntad de Dios y dejarnos llevar por nuestros juicios y deseos personales, distintos a los de Dios, y enfrentarnos al Padre, que es el dueño de la viña. Dios nos invita a trabajar en su viña pero nosotros podemos hacer lo contrario, no dar frutos, querer quedarnos con ellos y hacer un mal uso de los mismos. A través de los profetas, enviados por Dios, el Padre ha querido darnos su Reino y mejorar nuestras vidas. Ya por último, porque eliminábamos a los mensajeros de Dios, nos mandó a su Hijo creyendo que a éste le haríamos más caso y que lo respetaríamos, pero la maldad humana y la resistencia humana hacia Dios llega hasta ese extremo: el asesinato del Hijo de Dios. Y Dios finalmente termina ofreciendo su Reino, su viña, a aquellos que realmente la aprecian, la valoran y la cuidan según los deseos de su dueño. Por tanto, Dios da a todos pero sólo recibe quien colabora con Él, quien le abre las manos.

¿Me considero obrero de la viña de Dios? ¿Trabajo en la viña de Dios lo suficiente o mi colaboración es nula? ¿Cuáles son mis resistencias al amor de Dios, que me impide sentir su amor y amarlo yo? ¿Es la Viña de Dios mi prioridad o lo son mis pequeños campos donde me siento a gusto y sin problemas?