jueves, 29 de octubre de 2015

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS.

Domingo 25 de octubre de 2015.



Para leer la reflexión de la Palabra de Dios
de este Domingo, pincha abajo en "Más información".


Queridos hermanos y hermanas:

En este Domingo, el número XXX del Tiempo Ordinario, el tema central de la Palabra de Dios es que Cristo es la Luz del mundo que regala el don de la fe.

En la Primera Lectura, el profeta Jeremías anuncia un cambio histórico del pueblo de Dios que se siente acosado y lleno de padecimientos. Dios va a intervenir por medio del Mesías que llegará como el Salvador que liberará, sanará y transformará a la humanidad, empezando por Israel.

El Salmo subraya esa actuación del Señor que hace pasar de la tristeza a la alegría, pues todo cambio deseado es para mejorar. Dios hace grandezas, supera lo imposible, y su acción en nosotros siempre nos hace bien, nos alegra.

En la Segunda Lectura, la carta a los Hebreos, el autor sigue profundizando en la dimensión teológica del sacerdocio de Cristo. Todo sacerdote es llamado y elegido por Dios para que ejerza este ministerio en bien de sus hermanos y en bien propio, pues todos somos humanamente débiles y pecadores. Y Cristo, que es considerado por la Iglesia el Sumo Sacerdote definitivo, también ha sido elegido y designado por el Padre. Por lo tanto, Cristo es el eterno Sumo Sacerdote por vocación y por deseo del Padre.

En el Evangelio nos encontramos una escena en la que Jesús realiza un signo (milagro) pero que además de ser un acto histórico está lleno de simbolismo, por lo que se podría también considerar una parábola, pues el camino en la Biblia es el símbolo de la vida como la luz es el símbolo de la fe.

Vida y fe se unen en esta perícopa, y es que sin fe no hay vida plena, la gran enseñanza de hoy. ¿Pero la fe en quién? En Aquél que la da gratuitamente y como nadie.

Jesús va de camino una vez más, y en el desplazamiento nos encontramos con un ciego, con nombre propio, al borde de ese camino, es decir, excluido y marginado. No hay médicos que le hayan devuelto la vista al ciego. Y éste es un enfermo que no puede caminar, que necesita ayuda para hacer las cosas y que vive de las limosnas. Vive sin vivir, no tiene futuro, su camino está terminado (bloqueado).

Jesús pasa por su vida y el ciego aprovecha esta oportunidad y nada le impide que el Señor lo escuche y atienda su necesidad. Cristo le abre los ojos del espíritu que le permiten ver al Hijo de Dios, y pasa de la ceguera a la luz de la fe. Si poder ver físicamente es importante, no cabe duda que para los cristianos el poder ver con los ojos de la fe es mucho más importante, porque podemos ver al Señor y todo un camino por delante que nos lleva hasta Él, la vida eterna.

Feliz Día del Señor, hermanos y hermanas.