sábado, 31 de octubre de 2015

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS.

Domingo 1 de noviembre de 2015.



Para leer la reflexión de la Palabra de Dios
de este Domingo, pincha abajo en "Más información".


Queridos hermanos y hermanas:

En este Domingo, el número XXXI del Tiempo Ordinario, celebramos, por coincidir, la solemnidad de Todos los Santos, por lo que esta fiesta litúrgica prevalece. Así pues, hoy las Lecturas de la Liturgia de la Palabra son las propias de esta solemnidad.

En la Primera Lectura, del libro del Apocalipsis, atribuido a San Juan, el mismo autor que el del cuarto evangelio, éste tiene una visión revelada por Dios en la etapa final de su vida. Ve la realidad que hay después de la muerte y un mundo invisible que supera al terreno, y que es presentado como la meta anhelada por todo creyente. Juan, de manera espectacular y con el lenguaje religioso de la época, describe lo peculiar, grandioso y único de esa realidad que supera nuestra imaginación humana. Y allí, como privilegiados entre los demás que han alcanzado la santidad, se encuentran los mártires, quienes han derramado su sangre por Cristo en este mundo y en esta vida transitoria y limitada.

El Salmo describe las cualidades y grandezas de los aspirantes a la santidad, pues las condiciones para ello las pone Dios y no nosotros.

En la Segunda Lectura, de la primera carta del apóstol San Juan, tenemos una catequesis y una reflexión de la identidad de cada cristiano, que no es otra que la de ser un hijo o hija de Dios gracias al Bautismo en el que recibimos el Espíritu Santo. Nuestra gran grandeza ya no es la de haber sido creados y formar parte de la humanidad sino la de haber sido bautizados y formar parte del nuevo pueblo de Dios, de la Iglesia, lo cual nos hace candidatos y a que aspiremos a ser algo más cuando dejemos este mundo terreno: seremos semejantes a nuestro Señor y lo veremos en un encuentro cara a cara.

En el Evangelio, que es el inicio del quinto capítulo del de San Mateo, encontramos a Jesús solemnemente como Maestro que enseña sentado en su cátedra, en lo alto de la montaña. En una montaña Moisés nos dejó los Diez Mandamientos y en otra montaña Jesús nos deja las Bienaventuranzas, su proyecto de vida, sus sueños, lo que Él fue y es: un Bienaventurado.

Ser bienaventurado es premio o recompensa a una forma de vida contraria a la que nos promete el mundo, la sociedad... Las aspiraciones y ambiciones que nos pide nuestra humanidad son otras. Las que nos pide Cristo son las que Él ha hecho suyas con una vida en las que las ha realizado: la pobreza, la mansedumbre, la misericordia... La santidad no es otra cosa que ser semejantes al único Santo, ser otros "cristos" en este mundo. Ser Cristo es vivir el Evangelio, que aparece resumido en su esencia y profundidad en las BIENAVENTURANZAS.

Feliz Día del Señor y de Todos los Santos.