Si pincha en "más información" podrá leer la Reflexión de la Palabra de Dios del día de hoy.
REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE DIOS
Dios creó al hombre por amor y quiso su felicidad al darle todo lo necesario. La unión y buena amistad entre la humanidad y la divinidad se convierten en un buen futuro para los hombres y mujeres. Pronto esta armonía se siente amenaza por el Mal que acecha a las personas. En la elección de la humanidad entre el Bien y el Mal, Dios y Satanás, el hombre se siente débil e insaciable, lo que le lleva a no conformarse con todo lo que tiene y a sentir deseo de querer cada vez más y sin límites, motivado por su egoísmo, avaricia y soberbia. El hombre prefiere prescindir de Dios, lo cual le empuja a la desobediencia. Ya no escucha a Dios ni lo que Éste le indica o pide, porque ha puesto la preferencia de su corazón en los placeres y en los éxitos mundanos.
Cristo será quien repare el daño de la actuación humana desde los orígenes. Otro hombre más grande y lleno de santidad por ser el Hijo de Dios será quien en total obediencia al Padre nos muestre que podemos ser buenos hijos de Dios y que necesitamos volver a Él. Cristo nos ha salvado y nos ayuda a salvarnos.
En el desierto Cristo muestra toda su humanidad y baja a los deseos más humanos, que si llegan a dominar nuestra voluntad destrozan nuestra vida espiritual. La vida humana es una elección constante entre aspirar a los bienes que Dios nos ofrece o aspirar a los bienes efímeros y caducos de este mundo, que cuando nos olvidamos y nos alejamos de Dios nos arrastran. Amar a Dios no es fácil, seguirle tampoco. Desde nuestra libertad hemos de escoger porque no todo nos beneficia. La fuerza del Espíritu Santo que hemos recibido en el Bautismo es la que nos ayuda a vecen nuestras tentaciones. Las tentaciones nos obligan a hacer un discernimiento de lo que realmente merece la pena para cada uno de nosotros, lo que realmente es nuestra preferencia porque el pecado no puede convivir con el amor a Dios. La tentación nos lleva a una decisión y determinación. Hay cosas incompatibles. Dios me ofrece su salvación y yo la puedo rechazar por abrazar el poder, las grandezas terrenales... Dar la espalda a Dios o dársela a todo lo que procede del Mal y me lleva a vivir para mí mismo, esa es la cuestión.
La conversión consisten en eso: en enderezar nuestra vida que se ha desorientado por caminos que no son los que Dios nos ha trazado. De mí depende recular e incorporarme a la autopista de Dios o seguir mi viaje por carreteras alternativas.