sábado, 24 de mayo de 2014

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS. Domingo 25 de mayo de 2014.


Para leer la reflexión a la Palabra de Dios 
de este Domingo, pincha abajo en "Más información". 

Continuamos un domingo más leyendo y escuchando los textos de Hechos de los Apóstoles donde se nos narra los comienzos de la primitiva Iglesia después de la Resurrección del Señor. En el pasaje de hoy tenemos dos enseñanzas muy importantes: 

La primera es que cuando actuamos en el nombre del Señor, como lo hacía Felipe, nuestras obras son santas y buenas. El milagro es hacer de lo ordinario algo extraordinario, de poner paz donde hay odio, de poner unión donde hay división, de poner alegría donde hay tristeza.

La segunda es que la Iglesia, como comunidad de fe en Cristo el Señor, es la única que transmite el Espíritu Santo mediante los sacramentos en los que se realiza el gesto de la imposición de manos, especialmente el Bautismo, la Confirmación y el Orden sacerdotal. Es el Espíritu Santo, por tanto, el que nos convierte en verdaderos cristianos y el que nos hace actuar en nombre de Cristo.

San Pedro en su Carta parece insistir en lo mismo, en que nuestro testimonio y nuestro trabajo han de consistir en hacer el bien y en desechar el mal sabiendo que siempre sentiremos el acecho y la seducción del mal. Nos invita a los cristianos a responder desde la serenidad y la mansedumbre a los actos y gestos de odio y desprecio.

En el Evangelio de Juan de nuevo aparece uno de sus temas centrales, el Amor. Ese Amor de Cristo hacia nosotros expresado abiertamente a la vista de todos en la Cruz, y expresado en la salud que reciben los enfermos, la paz que reciben los poseídos, etc., que se encuentran con Él. Cristo actúa desde el amor a Dios y el amor a los hermanos.

Comienza Jesús con una gran exigencia: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos". Y es que el amor para Jesús no es sólo un sentimiento que se hace poesía o pensamiento hasta hacerse ideología, sino que es una forma de vivir también. Y es que el hombre sin amor pierde su esencia e identidad porque estamos hechos a imagen del mismo Dios, que también San Juan lo termina identificando con el Amor con mayúscula. Cumplir los mandamientos de Cristo es una exigencia que sólo se puede hacer por amor y con amor, porque si se hace por obligación al final no se hace con entrega verdadera. Y es que quien ama a Cristo se le nota en su vida y en su conducta. No porque es cumplidor de normas sino porque hace de corazón las cosas y las vive apasionadamente. Y es que hay cosas que sin amor no se pueden hacer aunque nos las pidan o nos las paguen. Amar, orar, perdonar, anunciar... sólo se hace cuando hay amor. Por eso Cristo nos dice que sólo seremos capaces de cumplir su voluntad si lo amamos. Por eso hoy podemos preguntarnos, ¿por quién hago yo las cosas? ¿por quién voy yo a la Eucaristía o por qué dejo de ir? ¿Y cuántas cosas que me pide Cristo dejo de hacer (pecado de omisión)? 

El Espíritu Santo es quien sigue actuando en el hombre que abre su corazón a Cristo, es quien nos despierta el deseo para amar a Cristo y nos hace sentir su presencia en la Eucaristía y en los Hermanos; y el que nos permite ponernos en contacto con Él en la oración. Porque el amor es la carta de presentación de todo cristiano, pero un amor distinto al de otras maneras de amar. Por eso el principal de los mandamientos del cristianismo es el cumplimiento de la última voluntad de Cristo: "Amaos los unos a los otros como yo os her amado", desde la entrega, la misericordia y la incondicionalidad.