sábado, 12 de julio de 2014

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS. Domingo 13 de julio de 2014.


Para leer la reflexión de la Palabra de Dios
de este Domingo, pincha abajo en "Más información".

Uno de los riesgos que siempre ha habido en la Iglesia, y en algunas épocas eso se ha notado demasiado, ha sido olvidarse de la importancia de la Palabra de Dios, hasta llegar al punto de estar marginada de la vida de la eclesial. Desconocida para la gran mayoría del pueblo de Dios que no sabía leer, o no conocía el latín o griego, lenguas en las que se habían traducido la Biblia. Se enfatizaba el culto mediante la celebración de los sacramentos y ritos, así como la veneración a las imágenes sagradas, pero no se potenciaba la oración, meditación y estudio de la Palabra divina.

El Concilio Vaticano segundo, en la segunda mitad del siglo XX desempolva a la Sagrada Escritura y quiere darle el lugar que tuvo en los primeros siglos del cristianismo. La Palabra de Dios, al igual que los sacramentos, especialmente la Eucaristía, son alimento espiritual del alma, como lo reflejan los escritos de los Santos Padres, sus vidas y las vidas de los Santos. Todos escucharon y se esforzaron en vivir la Palabra de Dios, el Evangelio. Los últimos Papas también han trabajado para que la Iglesia, los cristianos, tenga como centro y fundamento de vida la Palabra de Dios.

Si la Palabra de Dios era importante en el judaísmo, esto lo superó aún más el cristianismo desde una nueva concepción teológica revolucionaria que considera que la Palabra de Dios es una persona, el Hijo de Dios, y que éste se hizo hombre, se hizo carne. Por lo tanto la Palabra de Dios ya no es un mensaje oral o escrito sino que es una persona, es el mismo Cristo.

Isaías hoy nos describe el poder y la eficacia de la Palabra de Dios comparando a ésta con la lluvia que cae del cielo y riega el campo, haciendo que la tierra no se seque sino que produzca frutos que se elevan al cielo y se ofrecen a Dios. La Palabra de Dios riega el corazón del hombre para que permanezca vivo y no se seque, pero al mismo tiempo dé el fruto de las buenas obras, dicho de otra manera, sin la Palabra de Dios el hombre no puede hacer el bien ni agradar a Dios.

Pablo habla del sufrimiento de la Creación, por ende también de la Humanidad entera, pero habla de la liberación que ha venido y sigue viniendo por Cristo. Pablo nos traslada a un futuro donde esos sufrimientos desaparecerán para convertirse en la alegría del Reino de Dios en su plenitud al fin de los tiempos. no es una utopía porque ya tenemos indicios de esa realidad, y eso es lo que llena de esperanza: el mal no vence sino que es Dios quien al final hace llegar su amor y bondad a todo lo que de su corazón ha salido y ha sido creado.

El Evangelio nos narra la parábola de un Sembrador, que es Dios, que sale a los caminos de nuestra vida para sembrar la semilla de su Palabra, la cual cae en varios terrenos distintos según la receptividad de nuestro corazón a la escucha y acogida del mensaje divino. Una semilla muere al caer en tierra, otras aguantan un poco más, pero sólo una crece y es fecunda, dando frutos buenos de una vida que ha merecido la pena: la semilla caída en tierra buena, es decir, aquél que ha escuchado, acogido, vivido y anunciado la Palabra de Dios.

Mirando tu vida e historia, y tu presente: ¿qué clase de tierra eres tú? ¿la tierra que oye la Palabra de Dios de vez en cuando? ¿la tierra que conoce la Palabra de Dios pero no la practica? ¿la tierra que escucha y ora la Palabra de Dios pero vive una vida al margen de ella? ¿la tierra que hace fundamento la Palabra de Dios que da sentido a su vida porque la ora, la vive y la anuncia? La semilla sigue siendo siempre la misma, y la tierra puede cambiar para dejar de ser improductiva y hacerse fecunda.