domingo, 15 de febrero de 2015

MENSAJE DE LA PALABRA DE DIOS.

DOMINGO VI

DEL TIEMPO ORDINARIO.

Domingo 15 de febrero de 2015.

"Quiero: queda limpio".
La lepra se le quitó de inmediato,
y quedó limpio.
(Marcos 1, 40-45).

Para leer la reflexión de la Palabra de Dios
de este Domingo, pincha abajo en "Más información".


Queridos hermanos, la Palabra de Dios de este domingo tiene como tema central la enfermedad de la lepra, tan común y temida hasta el siglo pasado, pero más aún en la antigüedad cuando el contagio era muy frecuente por la falta de higiene y de medios para combatirla.

En la antigüedad las cosas de la vida no eran ajenas a la vida religiosa, por lo que muchos acontecimientos y fenómenos se interpretaban en clave religiosa. La lepra, como otras enfermedades, se consideraban una maldición o castigo de la divinidad como consecuencia de una mala conducta humana, ya fuera del individuo o de sus antepasados. Lo peor de todo era el peso que esta moral y esta manera de entender la enfermedad y el pecado, y de asociar ambas realidades, tenían en la sociedad del momento, que marginaba al enfermo y no lo consideraba como tal sino como un maldito. Por eso se le excluía de todo grupo y de toda relación. El leproso estaba condenado a vivir abandonado, sin el afecto de nadie y sin los cuidados de los demás. No podía acercarse a las ciudades y tenía que esconderse cuando alguien se cruzaba con él en el camino. En muchas de las ocasiones eran asesinados. Todo un drama humano y social.

Jesús tuvo que encontrarse con esta realidad de la lepra tan presente en su tiempo. Cristo que está caminando de un lugar a otro, visitando aldeas y ciudades, es seguro que se encontrara con más de un leproso. Lo destacable en estos casos no es el encuentro en sí sino la reacción del enfermo con el sano. Normalmente ambos huían, uno por miedo a ser contagiado y el otro por miedo a ser castigado. No se producía un encuentro fraterno ni de amor.

En el pasaje del Evangelio de Marcos no nos encontramos con grandes detalles del lugar ni de las circunstancias en las que ocurre este significativo encuentro entre el Señor y el leproso. Marcos es así, no se extiende en describirnos un escenario sino en decirnos con pocas palabras un gran mensaje centrado sobre todo en las pocas palabras que Jesús pronuncia. De esta manera toda la fuerza del texto recae en Jesús y en lo que dice, es Él con su palabra el que produce el milagro y el cambio de una escena de dolor y de muerte a una escena de amor y de vida.

El leproso, un enfermo que vive la muerte lenta e inevitable en su cuerpo. Una enfermedad que no se puede ocultar, que salta a la vista. Que le hace sentir el desprecio de todos y hasta de Dios, por creer que es una maldición de Dios por haber pecado contra Él. Eso es lo que lleva consigo el leproso allá donde va, deambulando por el mundo pero en ningún sitio es feliz y libre. El dolor de su corazón es terrible, para vivir así es mejor morir, aunque de alguna manera el leproso ya se siente un muerto en vida.

El leproso se acerca a Jesús de rodillas, reconociendo su mísera vida y la grandeza de quien tiene delante: el Hijo de Dios. Ante tanta muerte y podredumbre vemos que el leproso tiene fe. Es esa fe la que le lleva al encuentro con Jesús, la que le hace estar seguro de que Cristo no lo va a rechazar, no lo va a abandonar. Y la frase preciosa y enternecedora de un desesperado de la vida: "Si quieres, puedes curarme". No impone su deseo a Jesús sino que se lo ruega. 

Y el meollo del pasaje es la forma en la que responde Jesús a esta petición. El leproso se cura no porque el Señor de la Vida pueda hacerlo, sino porque quiere hacerlo. Es la voluntad de Cristo, su amor, su compasión, lo que devuelve la vida al moribundo. Cristo es el Resucitado que resucita. El amor hace vivir y ser feliz. El amor de Dios es el que más necesitamos los hombres y mujeres de todos los tiempos. Cristo ha amado al leproso como Hijo de Dios y como Hermano. 

Jesús pide discreción al leproso, en coherencia con otras palabras suyas: "que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda". Pero quién puede ocultar un gozo y un hecho así. Quien ha recibido un bien de Dios no lo puede ocultar, lo ha recibido gratis y desea ese mismo bien para otros que lo necesitan, por lo que el sanado se hace noticia para los demás enfermos.

Precioso el pasaje. Pero no olvides una cosa, leprosos somos nosotros en un mundo de muchas lepras aunque con otros nombres y con otras formas. Hay muchas personas que sufren al sentirse marginadas, rechazadas y condenadas injustamente con nuestra falsa moral. Cristo perdona, recupera a la persona, le devuelve la dignidad y la felicidad. Jesús nos ama, Dios nos ama. Esa es la Buena Noticia de hoy que no sale en la prensa ni en la televisión ni en otros medios, pero que los cristianos no podemos dejar tapada. Muchos aún no se han enterado, seamos nosotros los mensajeros de Dios, los evangelizadores.

El amor que Dios me ha dado, ¿en quién lo invierto, a quién se lo doy, a quién sano con él de la soledad, de la tristeza...? 

Feliz Día del Señor, hermanos y hermanas.