sábado, 21 de febrero de 2015

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS.

DOMINGO I

DE CUARESMA.

Domingo 22 de febrero de 2015.

"Convertíos y creed en el Evangelio".
(Marcos 1, 12-15).

Para leer la reflexión de la Palabra de Dios
de este Domingo, pincha abajo en "Más información".


Queridos hermanos, hace pocos días atrás, el Miércoles de Ceniza, iniciábamos la Cuaresma, un tiempo litúrgico que todos los años nos regala y ofrece Dios a través de su Iglesia para que los cristianos nos preparamos a la mayor de nuestras fiestas, la Pascua de la Resurrección del Señor. 

Al inicio de la Cuaresma, con el gesto de la imposición de la ceniza, se nos dicen unas palabras para que las guardemos en el corazón y sean el itinerario del camino cuaresmal que cada uno hemos de hacer: "Conviértete y cree en el Evangelio". Y es que la Cuaresma pretende que los cristianos tomemos conciencia de que, como personas, somos más que un cuerpo, al que hay que cuidar pero no adorar, en una sociedad como la nuestras donde las personas cuidamos mucho nuestro aspecto físico pero no el espiritual, por lo que nos encontramos con personas físicamente bellas y podridas por dentro, pudiendo ser esas personas también nosotros.

Hoy la Palabra de Dios nos habla de la tensión permanente que hay desde el origen del mundo entre el Bien, que es Dios, y el Mal, que es todo aquellos que ni es Dios ni viene de Él. Nuestra vida es en libertad porque Dios nos ha hecho a los hombres y a las mujeres libres como Él lo es. Y en la vida no sólo tenemos un único sendero y una única propuestas sino que siempre hay muchas alternativas y muchas proposiciones y atracciones que no siempre tienen las mismas consecuencias o nos ofrecen la felicidad y la misma dignidad. Es lo que llamamos las tentaciones porque ahí sentimos que se pone a prueba nuestra fidelidad a Dios o nuestra desobediencia a lo que Él nos pide, y como siempre, la tensión entre Dios y nuestro Ego, porque a veces queremos ser nosotros más que Dios y disponer de lo que no nos pertenece ni nos corresponde.

Y en esa lucha no estamos solos porque Dios nos ha dado a Cristo que la ha vencido antes que nosotros: primeramente lo hace en las tentaciones vividas en el Desierto tras su Bautismo, como anticipo de su segunda victoria en la Cruz, donde se somete a la voluntad de Dios de no dejar de hacer el bien aunque esto le suponga incluso el abrazo de la muerte. Muerte que vencerá en la Resurrección por su fidelidad a Dios. No es fácil seguir a Cristo, más aún cuando ello exige sacrificios, desprenderse de tantas cosas que cambiamos por Él. Y esa es la conversión que hoy se nos pide, la de parecernos más a Él dejando de ser menos nosotros, se nos pide no dejarnos arrastrar por cosas que nos ofrecen la felicidad pero no la dignidad, y nunca al nivel de la felicidad y de la dignidad que nos regala el Señor a sus amigos, a aquellos que hemos hecho una alianza de amistad con Él para siempre, de fidelidad, de no dejar nunca de amarle y de seguirle. Alianza que es más fuerte que la que hizo Noé o Moisés. La Alianza sellada con la Sangre de Cristo y que nadie ya puede destruir, nadie puede destruir el amor de Cristo por mí aunque yo sí puedo dejar morir y desaparecer mi amor por Él. Alianza que en cada Eucaristía se renueva y sella con la misma Sangre de Cristo, el Vino de la Vida y de la Amistad para siempre que es Él.

Vivamos esta Santa Cuaresma fomentando la amistad de amor entre Cristo y cada uno de nosotros con la ayuda de la oración, el ayuno y la limosna y purifiquemos nuestro corazón y vida para que en nosotros abunde más la gracia que el pecado.

Feliz Día del Señor, hermanos y hermanas.