lunes, 11 de mayo de 2015

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS.

DOMINGO VI

DE PASCUA.

Domingo 10 de mayo de 2015.

"«Vosotros sois mis amigos. Ya no os llamo siervos".
(Juan 15, 9-17).
Para leer la reflexión de la Palabra de Dios
de este Domingo, pincha abajo en "Más información".


La palabra AMISTAD resuena fuertemente en el pasaje evangélico de este domingo. Dios se muestra como amigo en la persona de Jesucristo. El Dios encarnado en la humanidad se ha hecho amigo de todos los hombres. Y no sólo se ha hecho sino que lo es, y lo es por su manera de comportarse. La amistad no es un título sino una relación estrecha entre dos personas, que se va construyendo día día con el amor que se hace vida en los hechos y en las experiencias compartidas.

En un mundo en donde la amistad se ha desfigurado, donde a cualquier conocido lo consideramos un amigo... esta palabra suena con más fuerza cuando se trata de apartar de nosotros el individualismo, el egoísmo, el aprovechamiento con la persona que amamos y que tenemos como amiga. Cristo hoy nos llama amigos. Amigo es la persona que nos hace bien porque nos quiere, frente al enemigo que es la persona que nos perjudica porque nos odia. 

El hermano es la persona con la que compartimos unos vínculos familiares por haber sido concebidos ambos por los mismos padres. El amigo es el hermano no de sangre pero que lo amamos con el mismo sentimiento fraternal y familiar, llegando a una confianza íntima que se hace única. El hermano o hermana nos viene dado por unos padres. El amigo o la amiga es el hermano o la hermana que elegimos nosotros. Y el amigo es el hermano o hermana que nos ha elegido a nosotros. La amistad es cosa de dos y no sólo de uno.

Qué suerte es encontrar un amigo en esta vida, pues cuando tenemos amigos normalmente son menos en número que los dedos de nuestra mano. Y quien ha encontrado un amigo, ha encontrado un tesoro. Al igual que cuando se encuentra un tesoro, que se considera como lo más valioso, uno trata de no perderlo, lo mismo hemos de tratar de no perder al amigo cuando se ha encontrado a éste.

Cristo te ha encontrado y tú sientes que lo has encontrado a Él. Ese encuentro puede quedar como una anécdota en las páginas de nuestra vida o puede convertirse en el principio de una larga y especial amistad. La iniciativa siempre es suya, pero también depende de que nosotros le correspondamos.

Hoy es un día para agradecer al Señor su amistad y el haberme hecho su amigo, el que me ama en autenticidad y que lo ha demostrado como nadie. El que me acompaña en mis batallas de la vida y me levanta cuando me fatigo. Es en quien me consuelo cuando los problemas me superan y en quien me acojo cuando me faltan las fuerzas. Es quien me limpia las lágrimas en mis tristezas y el que me indica sus pisadas para que mi camino no se aleje del suyo. Él es mi Señor y mi Amigo, sí, con mayúscula. Y me abre a un mundo nuevo de amistades donde sus amigos son los míos, haciéndome hermano de ellos. Cuidemos de esa amistad tan grande y única, del Amigo que siendo el Señor no nos trata en inferioridad. Es la amistad que madura y que se consolida con el trato diario de toda una vida, especialmente en la oración.

FELIZ DÍA DEL SEÑOR, DE NUESTRO AMIGO JESÚS.