sábado, 22 de agosto de 2015

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS.

Domingo 23 de agosto de 2015.




Para leer la reflexión de la Palabra de Dios
de este Domingo, pincha abajo en "Más información".


Queridos hermanos y hermanas:

En este Domingo, el número XXI del Tiempo Ordinario, seguimos reflexionando sobre las afirmaciones de fe que se profesan en el Evangelio y que son el reflejo de la profesión de fe en Jesucristo hecha por la Iglesia primitiva, y, por lo tanto, por la Iglesia de todos los tiempos. Hay un interés muy grande por definir a Jesucristo para mostrarlo mejor en la evangelización de todos los pueblos de la tierra. En los domingos pasados hemos sentido a Jesús como el pan de la vida, presente en el pan eucarístico y como Aquél que alimenta espiritualmente al pueblo de Dios. Su Cuerpo es alimento. Hoy se nos añade que su Palabra también lo es. Cuerpo y Palabra que aportan vida y no muerte. Los dos alimentos fundamentales de todo cristiano (el Cuerpo y la Palabra de Cristo) y que reparte la Iglesia; alimentos en los que recibimos al mismo Cristo.

En la primera lectura del libro de Josué hay un momento en el que el pueblo de Dios ha de elegir y tomar una opción muy importante y de trascendencia para ellos. No es una opción política, ni militar... Es una opción religiosa en la que desde la libertad han de decidir en quién creen y a quién quieren seguir. Han descubierto al Dios de Israel, pero conocen otras alternativas, otros dioses. El amor no se impone, ni tampoco la fe. Dios respeta, pero no es lo mismo creer que no creer, la vida no se vive ni se entiende del mismo modo.

A la hora de creer el pueblo de Dios hace una reflexión preciosa y que consiste en hacer memoria: memoria de lo vivido entre este pueblo y su Dios, mirar el pasado y ver la historia de lo que se ha compartido juntos y lo que se ha superado unidos. El amor no es un sentimiento abstracto para hacerlo poesías sino que es el compromiso del uno por el otro, de estar en lo bueno y en lo peligroso, de estar siempre. El amor es fidelidad, y Dios ha sido fiel siempre a su pueblo, ha estado siempre con su pueblo y no lo ha cambiado por otro. Así el pueblo comprende que aunque haya más dioses a los que adorar, sólo merece la pena el que de verdad les ha amado en fidelidad.

Cuando nosotros tenemos dudas de fe porque vivimos terremotos interiores en nuestra vida por acontecimientos que nos superan (enfermedad, problemas, muerte de seres queridos, injusticias, etc.), tenemos que entender que es en esos momento cuando se prueba la fe, y se prueba la fidelidad de esta fe. Fácil es creer cuando todo es fantástico. Lo auténtico es permanecer con fe cuando parece que no tenemos motivo para ello porque todo se ha torcido. La perseverancia es un signo de la fe madura. Y hay momentos en la vida en que no se puede orar porque el alma y el corazón están muy heridos. Momentos en los que el silencio se convierte en la perseverancia de quien no huye ni abandona a lo que siempre ha amado. Fe y Amor son inseparables para el creyente. Por amor todo se supera. Con la fe todo se alcanza. Y la fe y el amor se forjan en nosotros a base de experiencias, algunas dolorosas. Se forjan a base de muchas salidas de Egipto, de muchos cambios en nuestra vida, de muchos desiertos en los que nos faltan las ganas de vivir y de seguir adelante, pero con la esperanza firme de que Dios al final hace y habla.

Ese amor de Dios con su pueblo es el amor de Cristo con la Iglesia. Amor que San Pablo, con el lenguaje de su época, compara con el amor del esposo y la esposa: en obediencia y en entrega. Ya vemos que cuando estos ingredientes faltan en los matrimonios salen las rajas y grietas.

Y en el Evangelio vemos las mismas tentaciones de siempre, nuestras resistencias humanas a creer en Jesucristo. Éste abre la puerta para que quien quiera entrar en su proyecto lo haga, y para que el que se quiera ir se vaya. Pone las condiciones de vivir con exigencia el Evangelio, pero no impone ni obliga: deja la puerta abierta para entrar y para irse. Pero sin fe en Él, podemos asomarnos desde la puerta pero no entraremos de lleno nunca. 

Al final, quienes han descubierto que lo mejor que les ha pasado es conocer a Jesús, que Él les ha cambiado su vida, que Él les llena de sentido y de felicidad aunque los retos son muchos, ya no pueden prescindir del Señor. Así la preciosa respuesta de Pedro, quien ya ha probado mucho y se ha quedado insatisfecho en esas "cataduras": ¿Y a quién vamos a acudir? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna. El que eso experimenta no cambia a Jesús por nada ni nadie. Cuánto divagamos y cuánto deambulamos de un camino a otro, buscando la felicidad en fiestas, amistades, tener mucho dinero... ¡Y cuántos vacíos nos quedan! 

Hoy es un día para verte a ti mismo y preguntarte quién es Jesús para ti. Para preguntarte si tú puedes seguir viviendo si te falta Él, si tu vida tiene sentido sin Él. Y de preguntarte si estás dispuesto a estar unido a Él en fidelidad en las persecuciones, en los fracasos, en las soledades y sufrimientos...

Que Dios te bendiga, hermano, y buen Día del Señor.