martes, 10 de noviembre de 2015

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS.

Domingo 8 de noviembre de 2015.



Para leer la reflexión de la Palabra de Dios
de este Domingo, pincha abajo en "Más información".


Queridos hermanos y hermanas:

En este Domingo, el número XXXII del Tiempo Ordinario, la Palabra de Dios es una invitación a sentirnos mirados por un Dios que más que mirar lo que tenemos mira más lo que damos, actitud muy presente en los pobres.

En la Primera Lectura, del libro delos Reyes, Elías es un profeta que pide alimento en nombre de Dios a una viuda que junto con su hijo afronta los últimos días de su vida en una etapa de hambruna en el país. De lo poco que le queda a esta mujer, cuyo estado de viudez simboliza la desgracia, la soledad, la inseguridad y la pobreza, hace pan también para un extraño y antepone la necesidad de éste a la de ella y su hijo, como retrato de lo que ha de ser la caridad cristiana: pasar del ego (yo) al altruismo (el otro).

Este relato conecta con el Salmo 145 que canta las actuaciones liberadoras que Dios hace en los pobres y necesitados: Él alimenta a los hambrientos.

Todo esto se conecta con el Evangelio, en donde Marcos nos hace una denuncia por labios de Jesucristo sobre los escribas, una casta social judía que es la manifestación de la soberbia y el orgullo. Cristo presenta el cristianismo como lo contrario a esta forma de comportamiento: ante la ocupación de los primeros puestos ocupar los últimos, etc.

En la segunda parte de este pasaje Jesús, como buen Maestro, da una lección a sus seguidores, nosotros, y lo hace sentado, que es como dan sus enseñanzas los maestros. Está en la sinagoga y observa cómo los fieles hacen su ofrenda allí con la aportación de dinero. Por lógica humana quien más tiene más puede dar, es decir, los ricos. Pero la mirada de Dios es otra, porque Él mira el corazón y el amor que ponemos cuando hacemos las cosas. Qué fácil es dar cuando se tiene mucho. Qué grande es dar de lo poco que se tiene, y más si a Dios se le da todo y no nos andamos con recortes. La viuda, pobre entre las pobres, a Dios se lo dio todo: su dinero, su tiempo, sus cualidades y virtudes... su vida. Y lo hizo por el amor y respeto que le tenía.

Tener amor a Dios y caridad con los hermanos no es cuestión de tener posibilidades para hacerlo sino de tener mucho amor para darlo. Y al final de nuestras vidas seremos examinados en el amor.

Feliz Día del Señor para todos, y seamos generosos con Dios y con los hermanos/as.