lunes, 13 de marzo de 2017

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE DIOS. Segundo domingo de Cuaresma.




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INTRODUCCIÓN

En esta sección del blog parroquial SANJUANYPIEDAD.COM queremos meditar cada semana la Palabra de Dios que se lee y que se proclama en la celebración de la Eucaristía del Domingo, en cada ocasión diferente y con mucho que enseñarnos.

DOMINGO SRGUNDO DE CUARESMA

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Génesis 12, 1-4a
SALMO RESPONSORIAL
32, 4-5. 18-19. 20 y 22 
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1, 8b-10
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 17, 1-9

El pasado domingo, Primero de Cuaresma, la palabra de Dios nos situaba en el desierto como el estado que interiormente experimenta el creyente en su proceso de conversión, en el que ha de superar muchas tentaciones que obstaculizan la vivencia del Evangelio.

Hoy se nos sitúa en la montaña como itinerario del creyente orante que poco a poco se siente elevado a un encuentro íntimo con Dios y en el que puede contemplar las grandezas y maravillas de un Dios hecho hombre, Cristo, el Señor.

La primera lectura nos remonta a los inicios de la religión judaica y con un personaje central, el patriarca de la fe, Abrán. Este pastor nómada se desplaza de un lugar a otro guiado por las necesidades de su ganado. Con su familia van recorriendo de manera circular, año tras años, los mismo territorios pero sin tener un domicilio estable. 

En un momento de su vida Dios se cruza en ella y le habla, se produce la llamada del Señor, que lo ha elegido para una misión que requiere una respuesta por parte del elegido, respuesta rotunda porque la solicitud divina es también de gran exigencia y requiere transformación de vida y de planes.

No tuvo que ser fácil para Abrán y su familia hacer un cambio en sus vidas y hacia un futuro incierto. Cuando nos instalamos, nos sentimos cómodos y seguros con lo que tenemos. Poner en riesgo esa seguridad al tener que dejarla para acoger algo nuevo nos cuesta, más aún si lo que esperamos no lo conocemos del todo. Y con Dios hay que jugársela a una carta.

La fe, una vez más, es tan grande que nos hace superar lo que nos parece imposible y nos lleva a hacer locuras. Y Abrán, porque se fió, inició un camino: no el camino que le marcaba las necesidades de su ganado sino el camino de la fe y de una vocación para que Dios fuera el centro de su vida y de su existencia.

Y así Pablo también nos lo dice, porque nos recuerda que seguir a Cristo es unirnos a sus padecimientos en la cruz. Ser cristiano merece la pena, pero no es una vida de premios y de enriquecimientos mundanos. Por amor se sufre, y a veces ha de ser un sufrir en silencio y en secreto. Pero por amor también se hacen locuras, como hasta dar la propia vida.

Mateo nos coloca hoy en la montaña. Cómo cuestan las subidas y cómo se goza desde las aturas en las que todo se ve mejor y nos sentimos más cerca de un Dios que normalmente nos parece inaccesible. Y en la montaña Dios habló a Moisés y Cristo se manifestó transfigurado en todo su explendor como el Hijo de Dios. Pero en la del Calvario nos abre el corazón de par en par para que hasta los pecadores tengan cabida.

En lo alto de una montaña estaba el Templo de Jerusalén, y hoy muchas de las ermitas y santuarios se encuentran en las montañas. Allí no hay ruidos, estamos apartados un poco del mundo de cada día. La montaña es lugar de oración, y hacer oración es como subir a la montaña para contemplar a Dios y al mundo con la mirada divina, porque desde arriba todo se ve mejor.

La Cuaresma es tiempo de oración, y durante este tiempo desde la fe podemos contemplar a Jesucristo más allá de su humanidad semejante a la nuestra. Lo podemos contemplar como lo es ya, el Resucitado e Hijo de Dios. Sólo unos pocos llegan a este estado de contemplación tan alta, porque es también un don de Dios el dejarse ver. Pero si tú no te pones en camino y no subes a la montaña, te quedarás con la mirada baja de un mundo que tiene mucho que ofrecerte y poco para hacerte verdaderamente feliz.

La oración no es la autocomplacencia, ni mucho menos el tan de moda yoga. La oración cristiana no es para alcanzar tu paz interior porque estás estresado ni para que tú te encuentres bien y sosegado. La oración es una búsqueda, no de tu propio ego sino del Dios que te busca y que te mira. Subir a la montaña no es para quedarse sino para bajar más comprometido en la construcción del Reino de Dios en un mundo que a veces nos parece una casa de locos llena de desórdenes.

Orar es guardar silencio para escuchar ese otro silencio de Dios como lenguaje con el que Él se comunica. Nos llenamos de ruidos porque nos da miedo el silencio que nos permite ver nuestra vida con sus grandezas y con las miserias que no siempre estamos dispuestos a aceptar. Pero no nos olvidemos de la misericordia del Señor, que nos perdona y nos hace salir de la tierra del pecado a la tierra de sus elegidos. Pongámonos, pues, en camino, en el camino cuaresmal de subir a la montaña para que, al llegar a la cumbre, que es la Pascua, el tiempo pascual, nos gocemos y gloriemos de contemplar al Resucitado en todo su esplendor.


Emilio José Fernández.