Si pincha en "más información" podrá leer la Reflexión de la Palabra de Dios del día de hoy.
El Evangelio de hoy nos invita a que iniciemos un camino de conversión que se vaya desarrollando a lo largo de la Cuaresma con tres instrumentos que la Iglesia recomienda.
La limosna nos ejercita en la caridad fraterna. Dar limosna nos es dar de lo que te sobra o aparentar ser bueno porque te acuerdas de los demás. Dar limosna supone quitarte o privarte tú de algo que tú también necesitas o te agrada tener, para que ese dinero que hubieras gastado en conseguir lo necesitado o deseado lo deposites anónimamente y lo emplees en ayudar a otro que tiene menos que tú.
Ese amor a los hermanos ha de ser fruto y ha de estar conectado con el amor a Dios. La oración alimenta ese amor, porque el amor necesita que haya relación entre las dos partes que se desean. Orar es estar con Dios de manera física y también espiritual, depositando en Él nuestro corazón y abriéndolo a la voluntad del Padre. La oración es vivir lo cotidiano poniéndonos en la presencia de Dios y ofreciéndole a Él todo lo que hacemos.
El ayuno no es pasar hambre, eso no sirve de nada. El ayuno es querer vaciarte de lo material para llenarte de lo espiritual. El ayuno es controlar los instintos que nos pueden esclavizar y crear dependencia. Ayunar es apartarnos de lo que termina siendo pecado. Con el dinero que yo me ahorro al ayunar, porque reduzco los gastos, lo empleo para a limosna. El ayuno es sacrificio, esfuerzo, sentir nuestra debilidad y fragilidad humana. Unirnos a Jesús en los grandes tormentos de su Pasión.
Como dijo el poeta, el camino se hace al andar, y la Cuaresma se aprovecha viviéndola. Pidamos al Señor su ayuda para que tengamos las fuerzas suficientes para alcanzar la conversión un año más.