sábado, 1 de noviembre de 2014

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS. 

Domingo 2 de noviembre de 2014.



Para leer la reflexión de la Palabra de Dios
de este Domingo, pincha abajo en "Más información".


Hoy, aunque es domingo, nos unimos a toda la Iglesia, un día posterior a la celebración de la Solemnidad de Todos los Santo, para celebrar la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos. Por eso, la Palabra de Dios de la liturgia de este día corresponde a la de esta Conmemoración.

Ayer celebrábamos, de una manera colectiva, a los mejores hijos de la Iglesia, a aquellos que llegaron a la meta iniciada en su bautismo: la santidad. Todos los bautizados estamos llamados a la santidad, que consiste en agradar a Dios con nuestra vida, algo que se consigue viviendo y anunciando el Evangelio, cada uno desde el lugar y forma de vida que Dios le pide. Los Santos, que los celebramos de manera individual y en un día concreto a lo largo de todo el año, han de ser un referente para nosotros, modelos en los que nos hemos de fijar para aprender a ser santos nosotros también. Son además aquellos que nos han de animar a ser santos, porque viéndolos en su humanidad y semejantes a nosotros descubrimos que todo hombre puede alcanzar la santidad, y que ésta está al alance de todos. Y, por último, decir que los Santos son los que ya están cerca de Dios y los que destacaron en la tierra por ser orantes, pues ahora ellos oran ante Dios e interceden por nosotros desde el Cielo. Los hay que no han sido declarados santos canónicamente por la Iglesia, porque hay santos anónimos y desconocidos cuya vida de santidad no es ajena a la mirada de Dios. No olvidemos, la santidad es un don, es una gracia de Dios. por nosotros solos no podemos ser santos, sólo por la misericordia de Dios que convierte nuestro pecado en salvación nuestra.

Pues bien, al día siguiente celebramos a Todos los Difuntos. No celebramos a un difunto de manera particular y con nombre propio. No celebramos a nuestros difuntos, ya sean familiares o amigos, ni siquiera conocidos. Oramos por todos, de todos los lugares y de todos los tiempos. Somos parte de la Humanidad y oramos por todos los hombres y mujeres que, por Cristo, son ya nuestros hermanos y hermanas. Y la fraternidad cristiana exige amor y caridad fraterna. Y caridad es hacer el bien al hermano por amor y con amor, estando siempre dispuestos a ayudarles. Por eso, la mejor obra de caridad con los difuntos no consiste sólo en encenderles una vela o llevarle un ramo de flores al cementerio. La ORACIÓN es el gesto de amor y de caridad que mejor podemos tener con aquellos que han fallecido y para los que esperamos, desde nuestra fe en el Resucitado, la resurrección y la vida eterna, esperando al día en el que nos unamos a ellos en el Reino de los Cielos.