domingo, 18 de enero de 2015

CELEBRADOS LOS PRIMEROS EJERCICIOS ESPIRITUALES EN NUESTRA PARROQUIA.

Han sido unos días de oración y de reflexión delante del Señor.


CELEBRADOS LOS PRIMEROS EJERCICIOS ESPIRITUALES EN NUESTRA PARROQUIA DE SAN JUAN BAUTISTA DURANTE TRES TARDES SEGUIDAS Y EN LOS QUE HAN PARTICIPADO UNA TREINTENA DE PERSONAS ENTRE LAICOS Y RELIGIOSAS.

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Durante los días 14, 15 y 16 de enero se ha realizado en nuestra Parroquia de San Juan Bautista los primeros ejercicios espirituales que han tenido lugar durante las tardes, de 18:00 a 20:00 horas, en la Iglesia de San Juan Bautista, el miércoles y el viernes, y en la Iglesia de la Piedad, el jueves. 

Esta tanda de ejercicios espirituales han estado dirigidos por el Párroco, Don Emilio José Fernández, y han contado con la participación de una treintena de personas, entre ellas algunos miembros del grupo de Cooperadores del Divino Maestro, siendo menor la asistencia el viernes 16 por coincidir a la misma hora con el retiro de los catequistas del Arciprestazgo de Baza con el Obispo, en el Colegio de la Presentación.



Los ejercicios han consistido en una charla llevada a cabo por el Párroco al comienzo de cada una de las tres jornadas; a continuación ha habido un tiempo prolongado de oración personal ante el Señor expuesto en la Eucaristía; y por último se ha terminado con la celebración eucarística.

El primer día la reflexión fue sobre el don de la vida y de la fe que Dios nos ha dado. Podemos vivir mejor porque tenemos fe, una fe que consiste en vivir la vida con pasión en sus gozos y en sus tristezas.



El segundo día la reflexión fue sobre el sufrimiento de las personas, visto y centrado en primer lugar en la persona de Cristo, en el Crucificado, un sufrimiento vivido en obediencia al Padre, en amor y entrega a Dios y los hermanos. Invitados a no mirar sólo nuestros dolores sino sobre todo a mirar con ojos fraternales los sufrimientos de la humanidad y los de las personas más cercanas a nosotros.

El tercer día la reflexión fue sobre el Resucitado, mirar la muerte propia y de los demás con esperanza. Tener la muerte como una realidad que hemos de vivir sin temor ni tragedia sino con la serenidad del encuentro con Dios. Creer en el Resucitado y en la misma resurrección para vivir el presente con alegría contagiosa.