sábado, 15 de julio de 2017

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE DIOS: Decimoquinto Domingo del Tiempo Ordinario.




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INTRODUCCIÓN

En esta sección del blog parroquial SANJUANYPIEDAD.COM queremos meditar cada semana la Palabra de Dios que se lee y que se proclama en la celebración de la Eucaristía del Domingo, en cada ocasión diferente y con mucho que enseñarnos.

DOMINGO DECIMOQUINTO DEL TIEMPO ORDINARIO

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías 55, 10-11
SALMO 64, 10abcd. 10e-11. 12-13. 14 
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 18-23
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 1-9

El obrar de Dios no siempre es visible y tampoco es valorado lo suficientemente. Vivimos en una sociedad y en una cultura que lo que no se considera útil o no se le ve eficacia, lo desprecia o le es indiferente. ¿Para que sirve la fe? ¿Para qué sirven los sacramentos? ¿Para qué sirve el Evangelio? En definitiva, ¿para qué nos sirve Dios?. 

Sin embargo, nos encontramos con que Dios es importante para muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo. Y además observamos cómo la Iglesia en unos lugares aumenta en sus miembros y en otros disminuye. Y es que los ciclos y etapas aunque sean distintos tienen mucho en común. Por eso, hoy, al igual que ayer o que en otras épocas, hay gente que cree y gente que no cree, y quienes creen de aquella manera. 

Dios se ha comunicado y revelado a lo largo de los siglos a través de su Palabra, la cual es comparada en el texto del profeta Isaías como el agua de lluvia que, de manea visible, cae en la tierra, y que, de manera invisible y secreta, actúa en la tierra y la hace germinar y dar frutos. Son importantes los frutos pero es imprescindible el agua. La Palabra de Dios no es estéril sino que lo que es estéril es la tierra en la que cae. Cuando el Evangelio no da frutos en nosotros no es problema del Sembrador sino de la tierra, es decir, de cada uno de nosotros.

Ahora va a resultar que la fe sí que sirve, al igual que los sacramentos, que el Evangelio y que hasta el mismo Dios. El problema está en nosotros que hemos de posibilitar su eficacia. Si no acogemos la Palabra de Dios en nuestro corazón, difícilmente la viviremos y la anunciaremos. El que la semilla no de fruto no es causa del Sembrador, ni de la misma semilla, sino del terreno en el que ha caído la simiente. Si te cierras a Dios, por más que Él lo intente, su palabra no tendrá eco en ti ni en tu vida.

Emilio José Fernández


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