domingo, 4 de enero de 2015

MENSAJE DOMINICAL DE LA PALABRA DE DIOS.

DOMINGO II DE NAVIDAD

Domingo 4 de enero de 2015.

"Y la Palabra de Dios se hizo Hombre".

Para leer la reflexión de la Palabra de Dios
de este Domingo, pincha abajo en "Más información".


El hombre de todos los tiempos tiene la capacidad de pensar y de cuestionarse asuntos existenciales y se hace preguntas porque desea saber más, intentando llegar a la respuesta de cuál es su origen y cuál será su fin. Admirado por un universo que le supera y que se le hace inabarcable, el hombre siente que no está solo y que su presencia en este mundo tiene una intencionalidad y un sentido. Vemos que formamos parte de la Naturaleza que a veces parece perfecta en su variedad y en su armonía, todo está calculado... ¿Quién ha hecho todo eso? ¿Cómo lo ha hecho? Sabemos que tanta belleza como grandeza es obra de alguien que es superior a todo lo creado y visible, a quien los viejos creyentes en Israel llamaron la Sabiduría. Porque en la Sabiduría se contiene todo el saber y el conocimiento, porque Dios lo conoce todo, y nadie mejor que Él nos conoce a cada uno de nosotros, pues para Él no hay secretos ni nada se esconde.

La Sabiduría comunicaba todo lo guardado en su corazón a través de la palabra de los profetas, pues los hombres y mujeres nos comunicamos mediante la palabra. Dios usa también la palabra para darse a conocer, para expresarnos sus sentimientos, para marcarnos pautas que nos lleven a la salvación y nos impidan caer en la perdición. La Palabra de Dios se hizo Ley, y esa Ley se escribió en unas tablas que acompañaban al pueblo de Dios en su peregrinar. Las tablas estaban depositadas en el Arca de la Alianza, la pieza más sagrada para los creyentes. Cuando el pueblo de Dios llega a la Tierra prometida y la monarquía se instala en la capital del reino, en Jerusalén, el Arca se coloca en el Templo construido para adorar a Dios, y así el Templo se convierte, junto a la Ley, en los dos pilares de la religión judía y en el corazón de todo israelita.

Pero toda palabra convence más cuando viene acompañada de hechos y de obras. Por eso la Palabra de Dios se ha hecho visible y real, se ha hecho obras y ejemplo. La Palabra de Dios se ha hecho Hombre, humanidad, para ser vista y mejor comprendida. En la persona de Cristo, el Hombre pero el Hijo de Dios, el Padre nos lo ha dicho y comunicado todo. Nos ha mostrado su gran e inmenso amor sin límites, amor vivo y visible en la entrega total de su Hijo que nos ha dado. Y en la entrega total de este Hijo que se nos ha dado hasta morir por nosotros, nos dio su vida, se vació entero. ¿Quién ha hecho tanto por nosotros? Lo que más amaba el Padre nos lo ha dado. Lo que más amaba el Hijo, nos lo ha mostrado, pues el amor del Hijo es el Padre y nosotros, sus hermanos. En Cristo podemos conocer quién es Dios, cómo siente y qué es lo que quiere de nosotros. Dios ha hablado a través de Cristo y ahora calla porque a nosotros nos corresponde escucharle y actuar.

Cristo es ahora el Templo verdadero de Dios, no es de piedra sino un Templo cargado de humanidad. En Cristo Dios vive ya en cada hombre, ha acampado entre nosotros y dentro de nosotros. Cristo es la Luz que nos permite ver mejor el rostro paterno de Dios. Es la Luz que hace que veamos sentido a nuestra vida y existencia, pues este mundo nos es absurdo sin Él, más bien se llena de sentido y de esperanza con Él. Sin la fe en Cristo mi vida se queda hueca y todo se hace superficial. Sin Cristo no me merece la pena vivir en el mundo donde todo lo que consiga lo perderé con la muerte. Con Cristo la muerte tiene sentido porque si vivo para Él no dejaré de vivir cuando muera. Por eso mi meta y mi aspiración ha de ser Cristo. Si hago de mi meta a mis éxitos, a mi familia, a mis riquezas... Ya en el camino de la vida todo eso lo iré perdiendo poco a poco. Y totalmente cuando muera. Desnudo vine y desnudo me iré de esta tierra, olvidado de todos y quedando como un recuerdo para unos pocos que también desaparecerán más tarde o temprano. El único que permanece, porque ya existía de antes y no dejará de existir jamás, es Cristo. Mis amistades se renuevan, unos ya quedaron fuera de mi círculo de relaciones y aparecen otras nuevas personas en mi vida. Unas desaparecen y otras decepcionan. Cristo es el fiel amigo, el que cuando más necesito de alguien siempre está aunque sea ocultamente.

Un amigo así se merece ser amado, ser tenido siempre en cuenta, ser siempre buscado y deseado, recibir de mí lo mejor y no olvidarme de Él ni un segundo. Lo miro a Él y descubro lo poco que llego a su altura, lo poco amigo que sé ser, lo poco que sé dar y lo poco que puedo ofrecerle. Pero así, con el barro que tengo, le doy las gracias por que existe, por haber nacido, por haberse hecho de carne y hueso como yo, por comprenderme y por amarme cuando soy tan sólo un trasto, un cacharro en sus manos paternas. Nadie me ama como Él ni me entiende como Él. Su amistad tiene un precio, no dejar de seguirle, pero, cuanto más le sigo, más le quiero y más feliz soy, aunque seguirle implica llevar a ratos su cruz, la cruz de un Dios hecho Hombre; pero Él siempre lleva la mía y así me pesa menos, la cruz de un hombre amado y perdonado por Dios.

Feliz domingo de Navidad, hermanos y hermanas.